El Papa recuerda que «no hay diferencias ni fronteras entre los que sufren: todos somos frágiles»
Francisco ha celebrado la misa en la iglesia del Espíritu Santo para conmemorar el vigésimo centenario de la canonización de Faustina Kowalska y de la institución del Domingo de la Divina Misericordia por san Juan Pablo II
En la iglesia romana dedicada a la Divina Misericordia, situada a doscientos metros de la plaza de San Pedro, el Papa Francisco ha advertido este domingo que «mientras pensamos en una lenta y ardua recuperación de la pandemia, se insinúa este peligro: olvidar al que se quedó atrás. El riesgo es que nos golpee un virus todavía peor, el del egoísmo indiferente».
Francisco ha celebrado la misa en la iglesia del Espíritu Santo para conmemorar el vigésimo centenario de la canonización de Faustina Kowalska y de la institución del Domingo de la Divina Misericordia por san Juan Pablo II, quien escogió este templo como santuario dedicado a ese rasgo esencial de Dios. La iglesia estaba vacía, pero millones de personas confinadas seguían la ceremonia desde sus casas a través de Internet y televisión.
En su homilía, el Papa ha afirmado que «es tiempo de eliminar las desigualdades, de reparar la injusticia que mina de raíz la salud de toda la humanidad. Aprendamos de la primera comunidad cristiana, que se describe en el libro de los Hechos de los Apóstoles. Había recibido misericordia y vivía con misericordia».
Según el Santo Padre, «esta pandemia nos recuerda que no hay diferencias ni fronteras entre los que sufren: todos somos frágiles, iguales y valiosos».
En ese cuadro, ha exhortado a no pensar «solo en nuestros intereses, en intereses particulares. Aprovechemos esta prueba como una oportunidad para preparar el mañana de todos, sin dejar atrás a nadie. Porque sin una visión de conjunto nadie tendrá futuro».
Comentando el Evangelio del día, que relata la segunda aparición de Jesús Resucitado a los apóstoles, en la que sí está Tomás, el Papa ha comentado que «el domingo pasado celebramos la resurrección del Maestro, y hoy asistimos a la resurrección del discípulo».
Francisco ha hecho notar que, si bien los discípulos «habían abandonado al Señor durante la Pasión y se sentían culpables, Jesús no les dirigió largos sermones. Sabía que estaban heridos por dentro, y les mostró sus propias llagas. Tomás pudo tocarlas y descubrió lo que Jesús había sufrido por él, que lo había abandonado».
El Papa ha citado un diálogo de los diarios de Faustina Kowalska en que la santa se lamentaba «y le dijo: ‘Señor, a menudo abusan de mi bondad’, y Jesús le respondió: ‘No importa, hija mía, no te fijes en eso, tu se siempre misericordiosa con todos’».
Según Francisco, «Dios no se cansa de tendernos la mano para levantarnos de nuestras caídas. Él quiere que lo veamos así, no como un patrón con quien tenemos que ajustar cuentas, sino como nuestro papa, que nos levanta siempre».
En las plegarias de los fieles −referidas todas al drama que atraviesa el mundo−, se ha rezado por las autoridades, los sacerdotes, los sanitarios, los enfermos, los ancianos, los marginados y las personas que sufren «por la crisis económica provocada por la pandemia».
Este domingo celebran la Resurrección las Iglesia ortodoxas y las Iglesias católicas de rito oriental, por lo que, a mediodía, después del rezo del «Regina Coeli», el Papa les ha felicitado calurosamente la Pascua.