El Papa pide que renunciemos «a las quejas y a las caras largas»
Francisco evoca la dignidad del trabajo y reza por las víctimas de accidentes laborales
Recordó en la misa de Nochebuena que Dios viene al mundo como niño para «tocarnos el corazón»
Francisco celebró este año la misa de Nochebuena ante unos 1.500 peregrinos , muchos más que los doscientos del año pasado, en una de las fases más críticas de la pandemia y sin obligación de que estén vacunados contra la enfermedad del coronavirus. El Papa, que cumplió 85 años hace una semana, siguió el solemne rito que en el Vaticano comienza con la «calenda», un antiguo canto que marca el último instante del periodo de Adviento y anuncia el inicio de la Navidad.
El largo cántico culmina con el simbólico encendido de toda la basílica de San Pedro, el repique de las campanas, y un tierno gesto del Papa , que alza un velo blanco que cubre una escultura a tamaño natural del Niño Jesús.
En su homilía, recordó la escena de Belén, «donde no hay nada grande, sólo un niño pobre envuelto en pañales, con unos pastores a su alrededor». Pero «en esa pequeñez está Dios. La pequeñez es el camino que eligió para llegar a nosotros, para tocarnos el corazón, para salvarnos y reconducirnos hacia lo que es realmente importante».
A pocos metros de la escultura del Niño Jesús, y mirándolo de reojo, Francisco continuó: «Aquel que abraza al universo necesita que lo sostengan en brazos. Él, que ha hecho el sol, necesita ser arropado. La ternura en persona necesita ser mimada. El amor infinito tiene un corazón minúsculo, que emite ligeros latidos. La Palabra eterna es infante, es decir, incapaz de hablar. El Pan de Vida debe ser alimentado. El creador del mundo no tiene hogar . Hoy todo se invierte: Dios viene al mundo pequeño. Su grandeza se ofrece en la pequeñez».
«Pequeñez interior»
Francisco reflexionó sobre la paradoja del Niño Jesús, también para los cristianos. «Él se hace pequeño a los ojos del mundo y nosotros seguimos buscando la grandeza según el mundo, quizá incluso en su nombre. Dios se baja y nosotros queremos subir al pedestal. El Altísimo indica la humildad y nosotros pretendemos brillar. Dios va en busca de los pastores, de los invisibles; nosotros buscamos visibilidad. Jesús nace para servir y nosotros pasamos los años persiguiendo el éxito».
Mostrándose como un niño, Dios recuerda que «no busca fuerza y poder, sino que pide ternura y pequeñez interior», que es «el camino para la verdadera grandeza».
La invitación en Belén a la «pequeñez» significa que «Dios quiere venir en las pequeñas cosas de nuestra vida, quiere habitar las realidades cotidianas, los gestos sencillos que realizamos en casa, en la familia, en la escuela, en el trabajo. Quiere realizar, en nuestra vida ordinaria, cosas extraordinarias».
«Jesús nos invita a valorar y redescubrir las pequeñas cosas de la vida», recordó. «Dejemos atrás los lamentos por la grandeza que no tenemos. Renunciemos a las quejas y a las caras largas, a la ambición que deja insatisfechos», propuso Francisco.
Según el Papa, la historia de Belén enseña especialmente el gran valor que cada persona tiene para Dios. «Si, como en Belén, la oscuridad de la noche te rodea, si adviertes a tu alrededor una fría indiferencia, si las heridas que llevas dentro te gritan: “Cuentas poco, no vales nada, nunca serás amado como anhelas”, esta noche Dios te da una respuesta», aseguró el Papa.
«Esta noche te dice: “Te amo tal como eres. Tu pequeñez no me asusta , tus fragilidades no me inquietan. Me hice pequeño por ti. Para ser tu Dios me convertí en tu hermano. Hermano amado, hermana amada, no me tengas miedo, vuelve a encontrar tu grandeza en mí. Estoy aquí para ti y sólo te pido que confíes en mí y me abras el corazón».
El Papa pidió también traducir los buenos sentimientos de estos días en gestos concretos, «abrazar a Jesús en los pequeños de hoy; amarlo en los últimos, servirlo en los pobres. Ellos son los que más se parecen a Jesús, que nació pobre y en ellos Dios quiere ser honrado».
«Que en esta noche de amor nos invada un único temor: herir el amor de Dios despreciando a los pobres con nuestra indiferencia». «Cuidemos a Jesús ahora, acariciándolo en los necesitados, porque se identificó en ellos», pidió.
«Volvamos a Belén»
Francisco explicó que el ángel da la noticia del nacimiento de Jesús a los pastores, que estaban trabajando, y que como la de tantos profesionales, «su vida no tenía horarios, sino que dependía de los rebaños».
«Esta noche, Dios viene a colmar de dignidad la dureza del trabajo. Nos recuerda qué importante es dar dignidad al hombre con el trabajo, pero también dar dignidad al trabajo del hombre, porque el hombre es señor y no esclavo del trabajo. En el día de la Vida repitamos: ¡No más muertes en el trabajo! Y esforcémonos por lograrlo», pidió en referencia a los accidentes laborales.
«Volvamos a Belén, volvamos a los orígenes: a lo esencial de la fe, al primer amor, a la adoración y a la caridad», concluyó Francisco.
«Que Dios nos conceda ser una Iglesia adoradora, pobre y fraterna» y «alegrémonos juntos, porque nadie podrá apagar nunca esta luz, la luz de Jesús, que desde esta noche resplandece en el mundo».
En la misa participó toda la Capilla Papal, lo que suma hasta 120 sacerdotes concelebrantes. Al concluir, el Papa llevó en brazos la figura del Niño Jesús hasta el Nacimiento que hay en una de las capillas del Vaticano. Lo acompañaron niños de varios países, mientras entonaban un villancico.
Durante la eucaristía todos llevaron las mascarillas, lo que hizo posible que asistieran más personas. El año pasado sólo unos 200 peregrinos pudieron asistir a la misa del Papa. Este año se distribuyeron al menos 1.500 invitaciones, aún pocas si se considera que la basílica de San Pedro del Vaticano tiene una capacidad para 20.000 personas y se ha reducido notablemente el aforo permitido en el interior para hacer frente a la nueva situación sanitaria causada por la variante Ómicrom.