El Papa pide en Malta que no se instrumentalice el cristianismo para los propios intereses

Reza en la antigua casa de San Pablo y celebra una misa multitudinaria en la plaza más grande de la isla

El Papa durante su visita esta mañana a la Gruta de San Pablo EFE | Vídeo: ATLAS

Javier Martínez-Brocal

La visita del Papa Franciso a Malta continúa. A primera hora de este domingo, el pontífice peregrinó al centro espiritual del país, la Gruta de San Pablo en Rabat . Se trata de la antigua casa donde se alojó tres meses el apóstol en torno al año 60, cuando llegó a las costas de esta isla tras un naufragio.

El relato de su llegada es uno de los textos más interesantes de la antigüedad, narrado en primera persona en los Hechos de los Apóstoles por otro testigo presencial, San Lucas. Es una de las joyas literarias de las narraciones sobre navegación, y cuenta con extremo detalle la ruta desde Cesarea Marítima hasta Roma, con una larga parada forzosa en Malta, que Pablo aprovechó para predicar el cristianismo en estos lugares.

El Papa Francisco ha recordado el episodio del naufragio de Pablo y otras 200 personas que viajaban con él, durante una intensa oración en la basílica construida sobre la residencia del apóstol, pero ha subrayado la ayuda que en aquel entonces los habitantes de esta isla les ofrecieron.

«Ninguno conocía sus nombres, su procedencia o condición social; sólo sabían una cosa: que necesitaban ayuda. No era tiempo para las discusiones, para los juicios, los análisis y los cálculos; era el momento de prestar auxilio; dejaron sus ocupaciones y así lo hicieron», ha recordado el Papa.

A continuación, el obispo de Roma, ciudad en la que por cierto también predicó San Pablo, ha celebrado una misa en Floriana, en la Plaza de los graneros , la más grande del país, construida sobre el lugar donde en el pasado estaban los antiguos silos.

Durante su homilía, ante unos 20 mil peregrinos y 200 sacerdotes , el Papa ha comentado el evangelio de este domingo, en el que unos fariseos llevan ante Jesús a una mujer adúltera, y le preguntan si piensa que debe ser lapidada como ordena la ley.

También ahora hay personas que «conocen las Escrituras y asisten al templo, pero todo ello lo subordinan a sus propios intereses», ha lamentado el Papa.

Por eso ha alertado del «peligro de tener el nombre de Jesús en los labios, pero desmentirlo con los hechos». Y ha dicho que «esto también puede producirse elevando estandartes con la cruz», quizá en referencia a quienes utilizan la religión para fines políticos o para justificar invasiones de otros países.

La clave para verificar la rectitud del propio juicio, según el Papa, es si se mira a las personas «con una mirada de misericordia; o de una manera que juzga, a veces incluso que desprecia, como los acusadores del Evangelio».

«El que cree que defiende la fe señalando con el dedo a los demás tendrá incluso una visión religiosa, pero no abraza el espíritu del Evangelio, porque olvida la misericordia, que es el corazón de Dios», ha añadido.

Desde Malta, el Papa Francisco también ha pedido a la Iglesia que no se enfoque «en denunciar los pecados, sino en salir en busca de los pecadores con amor». «No nos fijaremos en quienes están, sino que iremos a buscar a los que faltan. No volveremos a señalar con el dedo, sino que empezaremos a ponernos a la escucha», ha concluido.

En primera fila, han asistido el primer ministro de Malta, Robert Abella , y el presidente George Vella quien esta tarde a última hora despedirá al Papa en el aeropuerto.

Antes, el Papa Francisco realizará una importante visita a Hal Far, la antigua base militar que Malta ha transformado en centro de acogida para un millar de migrantes, alojados en containers. Va hasta allí para dar a conocer la situación en que se encuentran, en un limbo legal sin perspectivas de futuro. Algunas organizaciones de derechos humanos denunciaron en el pasado las condiciones en las que vivían.

Sin embargo, el pontífice visitará una zona completamente diferente, gestionada desde los años 70 por un sacerdote franciscano. Se trata de Juan XXIII, Peace Lab, donde refugiados procedentes de países como Eritrea, Somalia y Sudán, aprenden un oficio realizan actividades cultuales con personas del país.

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