El Papa, Pedro Sánchez y su tropa

Necesitan una autoridad moral externa que legitime sus ideas y proyecto

Reuters

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El alborozo con el que los líderes de la izquierda española han recibido la nueva encíclica del Papa responde a la necesidad que tienen de una autoridad moral externa que legitime sus ideas y proyectos. Pero tiene poco que ver con el convencimiento de lo que el Papa escribe en su integridad, si se tiene en cuenta que la Doctrina Social de la Iglesia (DSI) distingue entre la lógica del obrar de las instituciones y la del comportamiento personal. Quedarse con las afirmaciones referidas a las estructuras y no relacionarlas con las que hablan de la santidad personal, la vida virtuosa y la gloria del cielo significa romper la baraja.

Ya decían los clásicos que, para manipular, solo hay que sacar el texto de su contexto y convertirlo en un pretexto. Con Pedro Sánchez a la cabeza, Alberto Garzón, Íñigo Errejón y Pablo Echenique, entre otros, se abalanzaron sobre algunos párrafos de la Encíclica, la mayoría de las veces descontextualizándolos incluso del magisterio anterior y de la Tradición de la Iglesia. Quizá lo que sorprenda también de la recepción de este documento pontificio es el silencio de políticos de otras formaciones y procedencias. La digestión de tantas páginas, la mayor parte de ellas síntesis de afirmaciones escritas anteriormente, requiere una lenta y trabajosa operación.

No estaría de más que quienes enarbolan, desde la trinchera política, la bandera de la Encíclica hubieran leído el estudio del profesor Arturo Bellocq Montano, «La Doctrina Social de la Iglesia. Qué es y qué no es». Les serviría para descubrir lo que en esta Encíclica social hay de continuidad evolutiva y lo que hay de novedad respecto a los pontificados anteriores. Se darían cuenta, por ejemplo, de que ya Pablo VI en «Octogesima Adveniens» (30-34) advertía a los cristianos del peligro que supone el socialismo, precisamente porque en muchas aspiraciones y soluciones parecer coincidir con el cristianismo. La DSI ha querido dialogar con el mundo para ofecrerle claves morales y religiosas en orden a que su vida social responda a las exigencias de su veradera naturalez a. Por otra parte, no es la Encíclica, es el pontificado.

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