El Papa ordena a los confesores «no apalear» a quien se les acerca
«No es necesario hacer preguntas. Si una persona viene es que quiere cambiar»
En un encuentro muy especial con centenares de capuchinos de todo el mundo, el Papa Francisco les ha dado las gracias este martes por «vuestra tradición de perdón. Entre vosotros hay tantos confesores excelentes porque se sienten pecadores. El humilde, el que se siente pecador, es un gran perdonador en el confesonario».
El Santo Padre celebró la misa con ellos en la basílica de San Pedro a pocos pasos de las reliquias de san Pío de Pietrelcina y san Leopoldo Mandic, visibles en sus urnas de cristal delante del altar de la confesión: el mismo lugar donde los fieles rindieron homenaje a san Juan Pablo II.
Francisco ha enlazado el Jubileo de los Grupos de Oración de Padre Pio y la veneración de las reliquias -que continúa en la basílica de San Pedro- con el envío de los 1.071 sacerdotes Misioneros de la Misericordia –incluidos un buen grupo de españoles-, a quienes dará mañana, Miércoles de Ceniza, la potestad de perdonar en sus respectivos países todos los pecados reservados al Papa.
«La persona que viene acude buscando ayuda, paz para su alma»
Papa Francisco
En su homilía a los capuchinos, el Papa les habló «como hermano» y «para todos los confesores en este Año de la Misericordia: el confesonario es para perdonar. Y si tú –por poner una hipótesis- no puedes dar la absolución, por favor, no apalear. La persona que viene acude buscando ayuda, paz para su alma».
Con toda franqueza, el Papa añadió que «me duele decirlo, pero hay mucha gente que dice, y creo que la mayoría de nosotros lo ha oído: ‘Yo no voy nunca a confesarme porque una vez me han hecho esta pregunta, y esta otra…’ ¡Por favor!».
Lenguaje de los gestos
En su catequesis para dulcificar y revalorizar el sacramento de la reconciliación, Francisco añadió que «existe el lenguaje de las palabras y el lenguaje de los gestos. Si una persona se acerca al confesonario es porque algo le pesa. Quizá no sabe cómo decirlo, pero hace un gesto».
Por ese motivo, «no es necesario hacerle preguntas: ‘¿Pero tú, tú…?’ . Si una persona viene es porque en su alma quiere cambiar, aunque tantas veces no sean capaces». Con mucha fuerza, el Papa les dijo: «¡No caigáis en el pelagianismo!: ‘Tú debes hacer esto, debes hacer esto otro…’».
Eran unos avisos cada vez más serios porque el sacerdote que no sabe perdonar «termina como los doctores de la ley en el Evangelio: es un gran condenador, siempre acusando… ¿Y quién es el gran acusador en la Biblia? ¡El demonio!».
Si alguien es, por alguno motivo, incapaz de perdonar, no debe confesar. Las últimas palabras del Papa fueron claras a mas no poder: «Si no son capaces de perdonar, que sean humildes y digan: ‘No, yo celebro la misa, friego los suelos, hago de todo, pero no confesar, porque no sé hacerlo bien'. Pedid al Señor esa gracia para todos los confesores, también para mí».