El Papa llama en la 'Urbi et Orbi' a «pedir la paz con voz potente desde los balcones y en las calles»
«La paz es posible, la paz es necesaria, la paz es la principal responsabilidad de todos», ha asegurado
En su mensaje pascual mencionó las principales heridas por las que sangra la humanidad
El Papa Francisco ha celebrado la misa de Pascua de este domingo en la plaza de San Pedro y la ha recorrido en papamóvil para saludar a los peregrinos, tras haber limitado anoche su participación en la Vigilia Pascual del sábado a la homilía y al bautismo de siete adultos.
También ha tenido desde el balcón central de la basílica el mensaje de Pascua, en el que ha repasado las «heridas de la humanidad, y la bendición 'Urbi et Orbi', «a la ciudad de Roma y al mundo», reservada para circunstancias especiales como la elección papal , la Navidad o la Pascua.
Gran parte del mensaje lo ha dedicado a Ucrania, con menciones explícitas a las víctimas de este país . «Llevo en el corazón a las numerosas víctimas ucranianas, a los millones de refugiados y desplazados internos , a las familias divididas, a los ancianos que se han quedado solos, a las vidas destrozadas y a las ciudades arrasadas», ha asegurado.
«Tengo ante mis ojos la mirada de los niños que se quedaron huérfanos y huyen de la guerra. Mirándolos no podemos dejar de percibir su grito de dolor, junto con el de muchos otros niños que sufren en todo el mundo: los que mueren de hambre o por falta de atención médica, los que son víctimas de abusos y violencia, y aquellos a los que se les ha negado el derecho a nacer», ha añadido.
Paz en Ucrania
El Papa ha pedido «paz en la martirizada Ucrania, tan duramente probada por la violencia y la destrucción de la guerra cruel e insensata a la que ha sido arrastrada». «Que se dejen de hacer demostraciones de fuerza mientras la gente sufre . Por favor, no nos acostumbremos a la guerra, comprometámonos todos a pedir la paz con voz potente, desde los balcones y en las calles», ha clamado.
«Que los responsables de las naciones escuchen el grito de paz de la gente, que escuchen esa inquietante pregunta que se hicieron los científicos hace casi sesenta años: '¿Vamos a poner fin a la raza humana; o deberá renunciar la humanidad a la guerra?'», ha reclamado, recordando el Manifiesto Russell-Einstein de julio de 1955.
Naturalmente, la clave del mensaje pascual es dar una perspectiva teológica de esperanza a los problemas de la sociedad actual. Por eso, el Papa ha partido del relato de los evangelios que narra la primera aparición de Cristo resucitado, cuando «se presenta en medio de aquellos que lloran por él, encerrados en sus casas, llenos de miedo y angustia y les dice: '¡La paz esté con vosotros!'».
«También en esta Pascua de guerra nuestras miradas son incrédulas. Hemos visto demasiada sangre, demasiada violencia. También nuestros corazones se llenaron de miedo y angustia, mientras tantos de nuestros hermanos y hermanas tuvieron que esconderse para defenderse de las bombas», ha comenzado.
En esta situación, «nos cuesta creer que verdaderamente haya resucitado Jesús, que verdaderamente haya vencido a la muerte. ¿Será tal vez una ilusión, un fruto de nuestra imaginación?». «No, no es una ilusión», ha respondido inmediatamente.
«Hemos pasado dos años de pandemia, que han dejado marcas profundas. Parecía que había llegado el momento de salir juntos del túnel, tomados de la mano, reuniendo fuerzas y recursos», ha constatado. La guerra ha demostrado lo contrario. Según el Papa, «necesitamos al Crucificado Resucitado para creer en la victoria del amor , para esperar en la reconciliación, necesitamos que se ponga en medio de nosotros y nos vuelva a decir: '¡La paz esté con vosotros!'».
Esperanza
Francisco ha destacado que «en medio del dolor de la guerra no faltan signos esperanzadores , como las puertas abiertas de tantas familias y comunidades que acogen a migrantes y refugiados en toda Europa». «Que estos numerosos actos de caridad sean una bendición para nuestras sociedades, a menudo degradadas por tanto egoísmo e individualismo, y ayuden a hacerlas acogedoras para todos», ha pedido.
Además, ha solicitado «que el conflicto en Europa nos haga también más solícitos ante otras situaciones de tensión, sufrimiento y dolor que afectan a demasiadas regiones del mundo y que no podemos ni debemos olvidar».
En concreto, ha mencionado las «divisiones y conflictos» en Oriente Medio. «Que haya paz y reconciliación en los pueblos del Líbano, de Siria y de Irak, y particularmente en todas las comunidades cristianas que viven en Oriente Medio», ha pedido.
Sobre Jerusalén ha pedido «que los israelíes, los palestinos y todos los habitantes de la Ciudad Santa, junto con los peregrinos, puedan experimentar la belleza de la paz , vivir en fraternidad y acceder con libertad a los Santos Lugares, respetando mutuamente los derechos de cada uno».
En una especie de mapa de las guerras y conflictos olvidados, el obispo de Roma ha recorrido las crisis de Libia, Yemen, Myanmar, Afganistán, la región del Sahel en África, Etiopía o República Democrática del Congo.
«Que Cristo resucitado acompañe y asista a los pueblos de América Latina que, en estos difíciles tiempos de pandemia , han visto empeorar, en algunos casos, sus condiciones sociales, agravadas también por casos de criminalidad, violencia, corrupción y narcotráfico», ha solicitado.
«Toda guerra trae consigo consecuencias que afectan a la humanidad entera: desde los lutos y el drama de los refugiados, a la crisis económica y alimentaria de la que ya se están viendo señales», ha recordado. En esa situación, «Cristo resucitado nos exhorta a no rendirnos frente al mal y a la violencia». «La paz es posible, la paz es necesaria, la paz es la principal responsabilidad de todos», ha concluido.
A pesar de la lesión de rodilla , esta mañana, el Pontífice ha caminado durante la procesión desde la basílica hasta la explanada ante la basílica de San Pedro en la que ha comenzado la misa con el antiguo rito del 'resurrexit'. Evoca el primer encuentro del apóstol Pedro con Jesús tras la resurrección. En este caso, el Papa presencia la apertura de las astas de un icono, que descubren la imagen de Cristo crucificado.
La tradición se perdió en época medieval, con la marcha de los pontífices a Avignon, y fue recuperada por Juan Pablo II en el Jubileo del año 2000.
La plaza de San Pedro estaba decorada con miles de flores de decenas de colores, tradicional regalo de exportadores de flores de Holanda. Un gesto muy apreciado también por los casi cien mil peregrinos que había según el Vaticano, tras dos años en los que el obispo de Roma ha celebrado la pascua a solas, desde el interior de la basílica.