El Papa, en el Jubileo de las Familias: «El perdón es la esencia del amor»
Afirma que «cada núcleo familiar tiene que ser una iglesia doméstica» como los primeros cristianos
En una homilía cargada de ternura, el Papa Francisco ha pedido «que en este Año de la Misericordia, toda familia cristiana sea un lugar privilegiado donde se experimenta la alegría del perdón. El perdón es la esencia del amor, que sabe comprender el error y poner remedio».
Los lloros ocasionales de algunos niños pequeños daban un aire de hogar joven a la basílica de San Pedro en el Jubileo de las Familias , la primera de las peregrinaciones «temáticas» de este Año Santo, celebrada precisamente en la fiesta de la Sagrada Familia de Nazaret.
Había también muchos niños pequeños durmiendo en brazos de sus padres o sus madres, pues la necesidad de pasar por los detectores de metales había requerido llegar con mucha antelación a la misa de las diez de la mañana de un domingo fresco y soleado.
En su homilía a las familias, el Papa volvía una y otra vez a aquel hogar de Nazaret, comentando que «nos hace mucho bien pensar que María y José enseñaron a Jesús a decir sus oraciones. Y saber que durante la jornada rezaban juntos. Y que el sábado iban juntos a la sinagoga para escuchar las Escrituras de la Ley y los Profetas , y alabar al Señor con todo el pueblo». Eran una familia unida, pero no aislada de sus vecinos, sus amigos y el resto de los habitantes de Nazaret.
Misa familiar
Retomando una costumbre bíblica y evangélica, Francisco les preguntó: «¿Qué puede ser más bello para un padre y una madre que bendecir a sus hijos al comienzo de la jornada y cuando concluye?». Basta sencillamente con «hacer en su frente la señal de la cruz como el día del Bautismo. ¿No es esta la oración más sencilla de los padres para con sus hijos?».
El Santo Padre explicó que bendecirlos es «encomendarles al Señor, para que sea él su protección y su apoyo en los distintos momentos del día», y añadió que en la vida de familia es también muy importante «un breve momento de oración antes de comer juntos, para dar las gracias al Señor por estos dones, y para aprender a compartir».
Era una misa muy familiar, con las lecturas y las ofrendas a cargo de los participantes, y una hermosa decoración de flores, especialmente rosas blancas, en torno al altar.
Las lecturas relataban dos peregrinaciones «familiares» : la de Elcaná y Ana al templo de Siló con su hijo Samuel, y la de José y María al templo de Jerusalén para presentar a Jesús.
El Papa comentó que «lo más hermoso que hoy pone de relieve la palabra de Dios es que la peregrinación la hace toda la familia. Papá, mamá y los hijos, van juntos a la casa del Señor para santificar la fiesta con la oración. Es una lección importante que se ofrece también a nuestras familias».
Saludo a todas las familias del mundo
Como petición de despedida, Francisco formuló el deseo de que «en este Año de la Misericordia , toda familia cristiana sea un lugar privilegiado en el que se experimenta la alegría del perdón. El perdón es la esencia del amor, que sabe comprender el error y poner remedio».
Era el centro de su mensaje, y volvió a insistir: «en el seno de la familia es donde se nos educa al perdón, porque se tiene la certeza de ser comprendidos y apoyados no obstante los errores que se puedan cometer». De ahí salen las personas serenas que, a su vez, forman sociedades serenas, una necesidad urgente en el mundo contemporáneo.
Poco después, en el rezo del Ángelus con los peregrinos en la plaza de San Pedro, el Papa Francisco se encontró con un hermoso villancico italiano «Tu scendi dalle stelle», cantado por centenares de niños a pleno pulmón, a quienes felicitó con afecto.
A continuación dirigió un saludo a todas las familias del mundo «con afecto y agradecimiento, especialmente en estos momentos en que la familia sufre incomprensiones y dificultades de varios tipos que la debilitan».
El Santo Padre invitó a volver la mirada al hogar de Nazaret pues «el núcleo familiar de Jesús, María y José es, para todos los creyentes y especialmente para las familias una escuela del Evangelio».
Sufrimiento de los migrantes
Contemplando la vida en aquella casa modesta, «aprendemos que cada núcleo familiar cristiano está llamado a ser una "iglesia domestica", para hacer resplandecer las virtudes evangélicas y convertirse en fermento de bien para la sociedad».
Era un llamamiento a imitar la vida de los primeros cristianos , que vivían en un mundo violento y materialista, pero lograron cambiarlo con el ejemplo de su conducta en la casa, en el trabajo y en la vida de la sociedad.
Al final, les habló de alegría, recalcando que «la verdadera alegría que se experimenta en la familia no es una casualidad o una coincidencia. La alegría es fruto de la armonía profunda entre las personas, que hace saborear la belleza de estar juntos, de sostenerse unos a otros en el camino de la vida».
Pero mucha gente está sufriendo en estos días navideños, y Francisco recordó «a los numerosos emigrantes cubanos que se encuentran en dificultad en América central, muchos de ellos víctimas del tráfico de seres humanos. Invito a los países de la región a renovar todos los esfuerzos necesarios para encontrar pronto una solución a este drama humanitario».
Cuando el Papa terminó de impartir la bendición, los niños de la plaza de San Pedro soltaron cientos de globos de colores, que se alzaron alegres en el cielo azul. Y cuando se despidió, los pequeños comenzaron otro villancico.
Estaban llevando la iniciativa y, en lugar de irse, Francisco se quedó escuchándolos muy sonriente. Al final, les volvió a felicitar, para delicia de los chiquillos en una jornada de fiesta.
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