El Papa invita a redescubrir en la Inmaculada «la misericordia divina»

Francisco pide un aplauso para Benedicto XVI

JUAN VICENTE BOO

Durante el rezo del Ángelus, el Papa Francisco rindió homenaje a la María de Nazaret, «aurora de la nueva creación, iniciada por la divina misericordia» en la fiesta dedicada a recordar que en el momento en que ella fue concebida, su alma fue creada sin pecado original, es decir, sin mancha, «inmaculada».

El Santo Padre comentó que por ese privilegio, concedido en la expectativa de que un día aceptase ser madre de Jesucristo, María «nunca contagiada del pecado y siempre llena de Dios, es la madre de una nueva humanidad».

El Papa añadió que « la fiesta de la Inmaculada es la fiesta de todos nosotros si, con nuestros ‘síes’ cotidianos logramos vencer nuestro egoísmo, hacer más alegre la vida de nuestros hermanos, darles esperanza, enjugar algunas lágrimas y darles un poco de alegría».

Francisco pidió que la Virgen «nos ayude a redescubrir siempre la misericordia divina como rasgo distintivo del cristiano. No se concibe un cristiano que no sea misericordioso, como no se puede comprender a Dios sin su misericordia».

Y añadió que «la misericordia es la palabra síntesis del Evangelio, el rasgo fundamental del rostro de Jesús, que reconocemos cuando cura a los enfermos, cuando se sienta a la mesa con pecadores y, sobre todo, cuando, clavado en la cruz, perdona. En él vemos el rostro de la misericordia divina».

Plaza de España

El Santo Padre informó a los fieles de que su predecesor había cruzado poco antes la puerta santa y les pidió «un saludo al Papa Benedicto, ¡enviémosle un saludo!». El aplauso fue atronador.

Por la tarde, el Papa acudió a la plaza de España para la tradicional ofrenda de flores a la imagen de la Inmaculada Concepción que se alza sobre una altísima columna frente a la embajada.

En su oración, Francisco afirmó que venía «en nombre de las familias -con sus alegrías y fatigas-, de los niños y de los jóvenes, de los ancianos… de los enfermos y los encarcelados…».

Era el homenaje de la ciudad de Roma en el día que tradicionalmente inaugura el tiempo alegre de la Navidad. El alcalde-comisario le escuchaba con atención, lo mismo que el cardenal vicario para la diócesis de Roma, Agostino Vallini.

Pero sobre todo, le escuchaban millares de romanos, en su mayoría matrimonios jóvenes que habían traído a sus hijos pequeños, muchos de ellos sentados sobre los hombros del padre para poder ver al Papa.

Al término de la ceremonia, el Santo Padre recibió el saludo del embajador de España ante la Santa Sede, Eduardo Gutiérrez Sáenz de Buruaga y su esposa, que habían asistido en primera fila a las puertas de nuestra representación diplomática ante el Estado Pontificio, la embajada más antigua del mundo.

El Papa invita a redescubrir en la Inmaculada «la misericordia divina»

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