El Papa invita a los jóvenes a apartarse de los «narcos» que «siembran destrucción y muerte»

Los muchachos denuncian que «la impunidad ha dado alas a quienes secuestran, estafan y matan»

JUAN VICENTE BOO

Una explosión de alegría, cánticos, bailes, colores y ritmos recibió al Papa Francisco el miércoles en el gran estadio Morales y Pavón de Morelia, la capital del estado de Michoacán, uno de los más torturados por los asesinatos de los narcos.

La energía de los cincuenta mil jóvenes de todo México era arrolladora, y el Papa la disfrutaba de verdad. Sonreía feliz, muy feliz, ante la belleza de las danzas , las coronas de flores y el color de los vestidos de las indígenas, las espectaculares coreografías –en defensa de las mariposas monarca, amenazadas por insecticidas y talas sin control–, el cariño desbordante de cada corazón…

En un momento, se dio cuenta de que una niña Down intentaba acercarse al estrado . Le hizo señas de que subiese, y los escoltas la dejaron pasar a ella y una compañera. Las dos chiquillas se abrazaron al Papa y se echaron a llorar mientras el estadio entero amenazaba derrumbarse por los aplausos.

Los muchachos y muchachas le recibieron con un «¡Bienvenido! ¡Estamos haciendo lío!», como había pedido a los argentinos en la Jornada Mundial de la Juventud en Río de Janeiro. También le dijeron algo mucho más profundo: «Tu eres la alegría del Evangelio», el título de su exhortación apostólica, hecha vida personal.

Pero no era un encuentro de cortesía. En sus palabras de saludo, una chica planteó problemas como «la mala educación sexual, la influencia de los medios de comunicación , la carencia afectiva, el miedo al compromiso con otra persona», y preguntó directamente «¿Cómo recuperar el sueño de formar una familia?».

Un muchacho abordó el problema más grave: «el aumento entre nosotros de las victimas del narcotráfico, la violencia, de las adicciones y la explotación de personas». Le planteaba la cruda realidad. Como no funciona la justicia, «las familias pueden tan solo llorar la perdida de sus hijos, porque la impunidad ha dado alas a quienes secuestran, estafan y matan» .

Una chica insistió en ese punto: «Nos lastima la violencia. Muchos de nosotros hemos sido lastimados y lastimadas, de uno u otro modo». El Papa les escuchaba pensativo y tomaba notas para responderles .

Comenzó por decirles que «ustedes son la riqueza de México . No la esperanza, sino la riqueza. ¡Y no les estoy ‘sobando el lomo’! ¡No les estoy adulando!». La verdadera riqueza es interior, humana, por eso les animó a no caer en el engaño de quienes intentan «hacer creer que empiezas a ser valioso cuando te disfrazas de ropas, marcas, del último grito de la moda, de tener un gran carro…».

Pero enseguida pasó a abordar la herida sangrante de México . A voz en grito invitó a los jóvenes a no dejar su vida «en manos del narcotráfico, o de todos aquellos que lo único que hacen es sembrar destrucción y muerte». Con enorme vigor les repetía que todo ese mundo de dinero fácil, de poder de las armas y de arrogancia «es mentira. ¡Es mentira!».

Les animaba también a superar las dificultades y los propios fallos, inevitables. Lo hizo con un dicho de los alpinistas argentinos: «En el arte de ascender, el triunfo no está en no caer, sino en no permanecer caído» .

Si saben apartarse de los señuelos de las drogas y si saben levantarse cada vez, «no tendrán el último modelo de carro en la puerta, no tendrán los bolsillos llenos de plata, pero tendrán algo que nadie podrá sacarles: la experiencia de sentirse amados, abrazados, acompañados. La experiencia de sentirse familia, de sentirse comunidad» . Eso requiere recibir pero, sobre todo, dar. A veces, dar simplemente atención, ayudar a los demás sabiendo escuchar. Es lo que llamó la «escuchaterapia».

El Papa derrochaba energía . Se diría que los jóvenes se la contagiaban a raudales. Les hablaba como un líder, y les hablaba claro: «Jesús no nos invitaría a ser sicarios. Él nunca nos mandaría a la muerte, sino que todo en Él es invitación a la vida».

Les animó a saber «crear cariño en la familia, a abrazarse y a besarse . En la familia van a tener dignidad. La familia es la base para construir una gran nación». Después cantaron todos juntos una de las canciones favoritas de Francisco: «Vive Jesús, el Señor».

Era la primera vez que el Papa cantaba en público . Nunca lo hace, pues le falta parte de un pulmón y sabe que, además, desafina.

Los jóvenes hicieron el milagro. El Papa cantaba con fuerza, sumándose al gran estruendo general mientras cincuenta mil rostros sonrientes agitaban pañuelos de colores. Su estruendo podía oírse en todo México. La cultura de muerte de los narcos es el pasado. La juventud de paz es el futuro.

El Papa invita a los jóvenes a apartarse de los «narcos» que «siembran destrucción y muerte»

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