El Papa invita a los católicos de Bulgaria a «no quedarse de brazos cruzados, acobardados»
Da la primera comunión a 245 niños y preside una plegaria interreligiosa por la paz

En la ciudad interior de Rakovsky, el Papa Francisco ha invitado el lunes a la minoría católica de Bulgaria -menos del uno por ciento de la población del país- a «no quedarse de brazos cruzados» ante las situaciones injustas y a «no perder el tiempo en lamentarse», pues el cristiano debe concentrarse en buscar soluciones y ayudar a los demás.
El Santo Padre comenzó su jornada en Sofía visitando el campo de refugiados de Vrazhdebna, una antigua escuela cercana al aeropuerto que acoge a unas veinte o veinticinco familias en régimen de plena libertad y con programas de integración cultural.
El Papa saludó a medio centenar de niños y padres, en su mayoría de Siria e Irak, que le recibieron con canciones, le regalaron dibujos y se hicieron «selfies» con él en un clima de alegría familiar. Era un mensaje a Bulgaria, un país poco receptivo a los refugiados debido a su doble crisis de empobrecimiento y emigración masiva.
Al cabo de un breve vuelo a Rakovsky -la población con mayor densidad de católicos en el país- la jornada se convirtió en una fiesta con motivo de las primeras comuniones de 245 niños en la iglesia del Sagrado corazón y el encuentro posterior con los fieles en la iglesia de San Miguel, ambas reconstruidas después del terremoto de 1928 por el impulso del Delegado Apostólico, Ángelo Roncalli, el futuro Juan XXIII.
En su homilía matinal, el Papa explicó a los niños, sus familias, y los diez mil fieles que seguían la misa desde el exterior del templo que «la primera comunión es ante todo una fiesta en la que celebramos que Jesús quiso quedarse siempre a nuestro lado y que nunca se separará de nosotros».
Como un buen párroco, Francisco animó su homilía haciendo, con la ayuda de un traductor, preguntas sencillas que los niños podían responder al unísono con gran entusiasmo y a voz en grito. Después les animó a ir repitiendo, cada una de las partes de una frase conmovedora: «Dios es nuestro padre, Jesús es nuestro hermano, la Iglesia es nuestra madre y nuestra familia, nosotros somos hermanos, nuestra ley es el amor».
Por la tarde, dirigiéndose a los adultos, el Papa reconoció que «existen momentos o situaciones dolorosas y especialmente injustas, pero los hombres de Dios no se quedan de brazos cruzados, acobardados o, lo que es peor, creando ambiente de malestar, pues eso termina por enfermar el alma».
Francisco a los matrimonios: «Nunca hay que ir a la cama enfadados, ni siquiera una noche, pues la ‘guerra fría’ del día siguiente es mucho peor»
Y les puso como ejemplo la esperanza que había notado pocas horas antes en el hogar de refugiados y la generosidad de los voluntarios de Caritas que los atienden pues «el corazón del Centro nace de la conciencia de que toda persona es hija de Dios con independencia de su etnia o religión».
En tono muy cálido, pero con mucha fuerza, Francisco les invitó a «no ir por la vida poniendo etiquetas, clasificando qué persona es o no es digna de amor, sino a favorecer que toda persona pueda sentirse amada».
Con buen humor, les recordó una frase de Juan XXIII, quien se enamoró del país y del ecumenismo durante los diez años que pasó en Bulgaria: «No he conocido nunca a un pesimista que haya terminado algo bueno». Y añadió, en plan más casero, que «el pesimista es alguien que vierte vinagre sobre un pastel y lo echa a perder».
Comentando las palabras de saludo de un matrimonio joven, el Santo Padre invitó a las parejas a pedirse perdón todas las veces que sea necesario, pues es normal discutir de vez en cuando: «Basta un pequeño gesto, pero nunca ir a la cama enfadados, ni siquiera una noche, pues la ‘guerra fría’ del día siguiente es mucho peor».
De regreso a la capital, Sofía, el Papa ha participado en una plegaria interreligiosa por la paz en la antigua Plaza Lenin, hoy de la Independencia, famosa por reunir en armonía desde hace siglos una iglesia ortodoxa, otra católica, una sinagoga y una mezquita.
Macedonia, última parada
Francisco ha recordado que «vivimos este encuentro por la paz en las ruinas de la antigua Sárdica», escenario del concilio del año 343 en que noventa obispos de Occidente, liderados por Osio de Córdoba, se reunieron con 80 obispos de Oriente para hacer frente a la crisis arriana.
En su discurso bajo la lluvia, el Papa ha invitado a ser «artesanos de la paz» y a promover la «paz activa» especialmente en lugares «donde muchas voces han sido silenciadas por las guerras, mutiladas por la indiferencia, e ignoradas por la complicidad aplastante de grupos de interés».
El Santo Padre viaja el lunes a Macedonia, última etapa de un viaje a dos países de mayoría ortodoxa y minoría católica inferior al uno por ciento del total de la población en la siempre complicada península de los Balcanes.
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