Papa Francisco: Solo una forma desviada de la religión masacra a indefensos en nombre de Dios

En su discurso ante los diplomáticos acreditados en el Vaticano ha pedido «vencer el miedo» a los refugiados

El Papa Francisco ofrece su discurso durante la audiencia privada concedida al cuerpo diplomático en el Vaticano, este 11 de enero EFE

ÁNGELES CONDE

Como es habitual al comenzar el año, el Papa ha intercambiado felicitaciones y buenos deseos con los miembros del cuerpo diplomático acreditado ante la Santa Sede. Este encuentro es siempre ocasión de uno de los discursos más importantes y de mayor calad o de los que pronuncia el Santo Padre durante el año, pues en él hace un minucioso repaso de la situación mundial y propone medidas ante las tragedias y desafíos que ésta comporta.

Indudablemente, uno de los más graves en este momento histórico es la crisis de los refugiados que ha alcanzado números no vistos desde la II Guerra Mundial. Por eso, tal y como ha desgranado en su discurso, para el Pontífice la prioridad es esta «grave emergencia migratoria» .

«Toda experiencia religiosa auténticamente vivida promueve la paz»

También ha denunciado, una vez más, el tráfico de seres humanos, un negocio muy lucrativo que reduce a las personas a «puro objeto de compraventa», en virtud de criterios como la utilidad o la no utilidad. Los descartados son, en definitiva, el objeto y sujeto de su reivindicación pero también aquellos que se convierten en cómplices por omisión y observan inmisericordes este mapa mundial del dolor ajeno hasta el punto de hacer madurar « un sentido de indiferencia al prójimo que induce a desinteresarse de la humanidad de los demás y termina por hacer que las personas sean pusilánimes y cínicas».

Ante un atento público formado por representantes diplomáticos de más de 170 países, ha recordado que los hombres de todos los tiempos siempre han buscado, como Moisés, una tierra que destile «leche y miel»; una búsqueda no ha estado exenta de lágrimas, como las vertidas por estos millones de personas empujadas a dejarlo todo para evitar «indescriptibles barbaries». Barbaries, como el hambre también, que deja de ocupar titulares y genera emigrantes de segunda «que no entran los sistemas internacionales de protección en virtud de los acuerdos internacionales».

Todos ellos son víctimas de los poderosos que aprovechan su posición o de otros que se lucran con su desgracia: «Permanecerán siempre indelebles en nuestra mente y en nuestro corazón las imágenes de niños ahogados en el mar », ha dicho el Papa con evidente pesar. Pero la solución ante este flujo migratorio incesante no se halla en la «simple respuesta a una emergencia ».

Francisco ha pedido planes a medio y largo plazo porque, -ha denunciado sin paños calientes-, «gran parte de las causas que provocan la emigración se podían haber ya afrontado desde hace tiempo». Con este drama golpeando a diario en las costas europeas, el Pontífice ha invitado a «ayudar realmente a la integración de los emigrantes» y a que se contribuya a mejorar la situación en los países de origen «para detener las tragedias y construir la paz».

Ha pedido precisamente al Viejo Continente que no prescinda de sus valores y de «los principios de humanidad, de subsidiariedad y de solidaridad» que le caracterizan, para encontrar «un justo equilibrio entre el deber moral de tutelar los derechos de sus ciudadanos, por una parte, y, por otra, el de garantizar la asistencia y acogida de los emigrantes». Sobre todo, ha pedido «vencer el miedo inevitable» que acompaña a esta situación.

Ha invitado a que el terrorismo no socave estos principios y ha recordado especialmente a quienes lo sufren más en sus países, como es el caso de Siria e Irak donde muchos cristianos han tenido que escapar en los últimos tiempos de «su propia tierra, en la que han vivido incluso desde los orígenes del cristianismo». Con energía, el Papa ha recordado que «toda experiencia religiosa auténticamente vivida promueve la paz» y que «nunca se puede matar en nombre de Dios». Sucede eso, ha sentenciado el Pontífice, cuando «una forma ideológica y desviada de la religión puede pensar que se hace justicia en nombre del Omnipotente masacrando deliberadamente a personas indefensas».

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