Papa Francisco: «El Decálogo no serviría para nada si no llega al corazón del hombre»
Afirma que «el décimo mandamiento nos ayuda a dejar de vivir como egoístas»
Comentando el décimo mandamiento, «No codiciarás los bienes de tu prójimo ni la mujer de tu prójimo», el Papa Francisco ha afirmado que «ahora comprendemos que todo el recorrido del Decálogo no serviría para nada si no llegase a tocar este nivel : el corazón del hombre. Si no libera el corazón, el resto sirve a poco».
Ante millares de fieles de todo el mundo que asistían a la audiencia general en la plaza de San Pedro, Francisco ha advertido que cumplir los mandamientos solo para ser apreciados no sirve para nada pues «con frecuencia, detrás de la mascara farisaica de una corrección asfixiante se esconde algo feo, algún problema sin resolver».
Que el principal objetivo del Decálogo no es el comportamiento externo sino el corazón lo deja muy claro, según Francisco, el propio Jesús al afirmar que «del interior del corazón del hombre proceden los malos pensamientos, las fornicaciones, los robos, los homicidios, los adulterios, los deseos avariciosos, las maldades, el fraude, la deshonestidad, la envidia, la blasfemia, la soberbia y la insensatez. Todas estas cosas malas proceden del interior y hacen impuro al hombre».
La lista de mezquindades parecía haber dejado sin aire la plaza de San Pedro, pero el Papa ha considerado que valía la pena repetirla para ayudar al examen personal, y lo ha hecho una segunda vez.
Su objetivo era dejar claro que «el último mandamiento del Decálogo nos enseña a todos a reconocernos como mendigos, nos ayudan a enfrentarnos al desorden de nuestro corazón , para dejar de vivir de modo egoísta, vivir sinceramente ante el Padre, dejarnos redimir por el Hijo, y dejarnos enseñar por el Espíritu Santo».
Al final, en tono cada vez mas positivo ha declarado «dichosos los que reconocen sus propios deseos malvados y, con un corazón arrepentido, no se presentan ante Dios y los hombres como justos sino como pecadores». Es decir, con la actitud interior de Pedro, que decía a Jesús: «Apártate de mí Señor, que soy un pecador».
En su despedida en italiano, Francisco ha recordado que «hoy, en la fiesta de la Presentación de María en el Templo, recordamos a las comunidades religiosas de clausura y damos gracias al Señor por tantas personas que en los monasterios y lugares apartados rezan escondidas y en silencio. ¡Que no les falte el cariño, la cercanía y el apoyo, también material, de toda la Iglesia!».
Y en su saludo en español ha añadido una idea más: «les animo a que, siguiendo su ejemplo, sean testigos de la misericordia de Dios en medio del mundo, comunicando la ternura y la compasión que han experimentado en sus propias vidas».
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