El Papa Francisco abre un ambulatorio para personas sin techo en la plaza de San Pedro

Lo atienden voluntarios, igual que las duchas y la peluquería

El Papa Francisco saluda durante una audiencia general Efe

Juan Vicente Boo

Al lado de las duchas y la peluquería para personas sin techo, situadas en la parte derecha de la plaza de San Pedro, ha comenzado a funcionar este lunes un pequeño ambulatorio -también para personas sin casa-, atendido por médicos voluntarios de la asociación italiana «Medicina Solidaria».

Como Francisco escucha a tanta gente, conoce los problemas prácticos. En Roma, las personas sin techo pueden encontrar lugares donde les ofrecen comida, pero las da mucha vergüenza oler mal.

En cuanto el Papa se enteró, dio su visto bueno a instalar duchas en un lugar muy apropiado: junto a los cuartos de baño que ya existían detrás del brazo derecho de la columnata de Bernini.

Las personas sin techo se encuentran allí con ropa interior limpia para cambiarse, y con una amplia elección de champús y colonias. Todo procede de donativos y todo es administrado por voluntarios , incluidas algunas religiosas coreanas.

Unos meses después se sumaron los peluqueros , también como voluntarios. Empezaron a cortar el pelo gratis en su día libre, pero ahora vienen con más frecuencia, y comentan que ese trabajo les enriquece mucho humanamente.

Los turistas y peregrinos no se dan cuenta de que el servicio existe . Simplemente ven a dos o tres personas con mochilas o con carritos de objetos personales charlando tranquilamente delante de la zona de los cuartos de baño. Cuando sale alguien, duchado y peinado, entra el siguiente.

El servicio se suspende los miércoles para dar prioridad a las decenas de miles de peregrinos que acuden a la audiencia general. Los sin techo de la zona lo saben, y cada uno se organiza según ese calendario.

La idea de añadir un mini-ambulatorio nació allí de modo natural . Y, una vez más, el limosnero del Papa, Konrad Krajewski , se encargó de hacer las consultas y ponerla en marcha.

Lucia Ercoli, directora de la asociación «Medicina Solidaria» afirma que «nuestros médicos y los del policlínico de Tor Vergata , han aceptado con pasión esta tarea, que desempeñan ya en varios lugares de la periferia de Roma».

Konrad Krajewski, el limosnero del Papa, es una persona que no hace ruido y que pasa muy poco tiempo en su despacho. Está en la calle hablando con gente, acompañando a los voluntarios que recorren el barrio por la noche para asegurarse que nadie se haya quedado sin cenar, charlando con personas sin techo…

Las ideas le vienen de esas conversaciones . Así creo un sistema para redistribuir, en los días de lluvia, los miles de paraguas que los visitantes se olvidan cada año en los Museos Vaticanos, o la entrega de sacos de dormir, a quien los quiera, en las noches más frías del invierno.

Cuando estas actividades comenzaron, algunos temían que llegaría a la plaza de San Pedro una avalancha de vagabundos. No ha sido así. No hay más que en la zona de Stazione Termini o las otras cuatro o cinco zonas en la ciudad en que se sienten a gusto.

El buen ejemplo de generosidad cunde, y u n constructor milanés ha pagado la instalación de duchas no solo en el Vaticano sino en una docena de parroquias de Roma situadas en zonas frecuentadas por personas sin techo. En ellas se nota la misma dignidad. El mismo clima de respeto hacia personas que carecen de casa y, en muchas ocasiones, también de salud o de paciencia para vivir en un refugio, pues en Roma los hay suficientes. Pero son ciudadanos como los demás, y resulta escandaloso que pasen hambre o que, en algunos casos, mueran de frío en las calles de las ciudades ricas de Europa.

El Papa predica con el ejemplo . Hace unos meses hizo de guía para un grupo bastante numeroso en la Capilla Sixtina, fuera de las horas de visita turística, así nadie tenía que preocuparse demasiado por su aspecto o por el olor...

En general, Francisco va por delante y a su manera. El pasado viernes se presentó por sorpresa en un centro de recuperación de toxicómanos de Castel Gandolfo, y estuvo con ellos dos horas. El director, Roberto Mineo, no podía creerlo: «Hace unas semanas le escribimos una carta, pero no podíamos imaginar que la leyese y que viniese. Apareció en su coche, sin escolta, y empezó a hablar con cada uno de los residentes. Escuchaba sus historias y les abrazaba. Algunos chicos y chicas le enseñaban fotos de sus familias, de sus hijos, y el Papa las bendecía…».

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