El Papa en Atenas: «Hoy se registra, no solo en el continente europeo, un retroceso de la democracia»
Advierte que la UE «desgarrada por egoísmos nacionalistas, algunas veces se muestra bloqueada»
Desde la cuna de la cultura occidental y hablando al mundo entero, el Papa Francisco advirtió este sábado en Atenas que «no se puede dejar de constatar con preocupación cómo hoy, no solo en el continente europeo, se registra un retroceso de la democracia».
Aunque el Papa no mencionó, lógicamente, ningún país, esa dinámica salta a la vista en todos los continentes, incluida Europa. Los r egímenes autoritarios se vuelven más opresivos y los autócratas más descarados.
Después de agradecer el discurso de bienvenida de la presidenta de la República, Ekaterini Sakellapoulou, una jurista de gran prestigio, el Santo Padre abordó en su discurso a las autoridades y el cuerpo diplomático algunos factores de erosión pues «la democracia es compleja, mientras el autoritarismo es expeditivo. Y las promesas fáciles propuestas por los populismos se muestran atrayentes».
Por otra parte, según Francisco, «en diversas sociedades, preocupadas por la seguridad y anestesiadas por el consumismo, el cansancio y el malestar conducen a una suerte de ‘escepticismo democrático’» que manipulan algunos políticos.
A estos tres elementos tóxicos -autoritarismo, populismo y consumismo- el Papa añadió un cuarto, quizá más incómodo para sus destinatarios en muchas capitales: «Se da también, respecto a la democracia, un escepticismo provocado por la distancia de las instituciones, por el temor a la pérdida de identidad, y por la burocracia». En definitiva, por baja calidad en el servicio de gobernar, que no resultaría aceptable en otros terrenos profesionales, desde la medicina a la ingeniería.
El remedio, en su opinión, «no está en la búsqueda obsesiva de popularidad, en la sed de visibilidad, en la proclamación de promesas imposibles, sino en la buena política», especialmente necesaria en momentos de dificultad.
Para Francisco «la política es algo bueno» en la teoría, pero debe serlo «también en la práctica, en cuanto responsabilidad suprema del ciudadano, en cuanto arte del bien común», que sabe «dirigir una atención particular, diría prioritaria, a las franjas más débiles».
Por eso considera necesario participar más y de modo constructivo, precisamente cuando «cada día se difunden miedos, amplificados por la comunicación virtual, y se elaboran teorías para oponerse a los demás». Urge «pasar del partidismo a la participación; del mero compromiso por sostener la propia facción a implicarse activamente por la promoción de todos».
A este aviso sobre el estado de salud de la democracia en el mundo -lanzado a las dos horas de su llegada desde Chipre-, el Papa añadió uno más concreto: «La Comunidad europea, desgarrada por egoísmos nacionalistas, más que ser un tren de solidaridad , algunas veces se muestra bloqueada y sin coordinación».
Si en el pasado «los contrastes ideológicos impedían la construcción de puentes entre el Este y el Oeste del continente, hoy la cuestión migratoria también ha abierto brechas entre el Sur y el Norte».
Ante ese cuadro, Francisco exhortó «a una visión de conjunto, comunitaria, ante la cuestión migratoria», y a dirigir «la atención a los más necesitados para que, según las posibilidades de cada país, sean acogidos, protegidos, promovidos e integrados en el pleno respeto de sus derechos humanos y de su dignidad».
La muerte «no se suministra»
Hablando de derechos, el Papa explicitó uno, amenazado en varios países europeos: «Siempre ha de privilegiarse el derecho al cuidado y a los tratamientos para todos, para que los más débiles, en particular los ancianos, nunca sean descartados. En efecto, la vida es un derecho. No lo es la muerte, que se acoge, no se suministra».
Igual que otros países europeos, Grecia sufre las consecuencias del recalentamiento global, y Francisco juzgó muy triste «ver cómo en los últimos años ardieron muchos olivos centenarios, consumidos por incendios causados con frecuencia por condiciones meteorológicas adversas, provocadas por el cambio climático».
Por eso pidió «que los compromisos asumidos en la lucha contra el cambio climático se compartan cada vez más y no sean de fachada, sino que se lleven adelante con seriedad».
Concretamente, «que a las palabras sigan los hechos, para que los hijos no paguen una vez más la hipocresía de los padres», merecedora de «las palabras que Homero puso en boca de Aquiles: ‘Me es tan odioso como las puertas del Hades quien piensa una cosa y manifiesta otra’».
Para satisfacción de las autoridades atenienses, el Papa recordó que «aquí, según la conocida afirmación de Sócrates, tuvo comienzo el sentirse ciudadanos no solo de la propia patria, sino del mundo entero».
Según Francisco , al cabo de dos mil años, «la cuna se convirtió en una casa, una gran casa de pueblos democráticos. Me refiero a la Unión Europea y al sueño de paz y fraternidad que representa para tantos pueblos».
Y concluyó formulando un deseo: «Que desde esta ciudad, cuna de la civilización, donde nació, siga elevándose siempre el mensaje orientado hacia lo alto y hacia el otro: que a las seducciones del autoritarismo se responda con la democracia».
Asimismo, «que a la indiferencia individualista se responda con el cuidado del otro, del pobre y de la creación, pilares esenciales para un humanismo renovado, que es lo que necesitan nuestro tiempo y nuestra Europa».
Por la tarde, el Papa se reunió con el arzobispo Jerónimo II, jefe de la Iglesia Ortodoxa griega, ante quien renovó la petición de perdón -realizada por san Juan Pablo II en 2001- por las agresiones de los latinos a lo largo de siglos tormentosos. Como ambos líderes religiosos se conocen desde la visita conjunta a los refugiados de la isla de Lesbos en 2016, el clima era muy cordial.
Francisco concluyó la jornada en un clima de alegría familiar en su encuentro con los catequistas, seminaristas, religiosos y sacerdotes en la catedral de San Dionisio Areopagita, el primer discípulo de san Pablo, quien fue recibido con frialdad en Atenas. Y sin embargo, allí comenzaba la evangelización de Europa, que a su vez evangelizaría el Nuevo Mundo.
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