El Papa advierte que algunos «traidores» en la Curia vaticana «se autodeclaran mártires» cuando se les aparta

En cambio, «la inmensa mayoría trabaja con fidelidad, dedicación y santidad»

El Papa durante su mensaje a la Curia vaticana AFP
Juan Vicente Boo

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Poniendo explícitamente sobre el tapete algo que estaba a la vista de todos, el Papa Francisco ha comentado este jueves a los jefes de la Curia vaticana «el peligro de los traidores de la confianza que se dejan corromper por la ambición o la vanagloria», como ocurre en todas las organizaciones, sean del tipo que sean.

Con la mayor naturalidad, el Santo Padre ha añadido que esas personas, «cuando son delicadamente apartadas se autodeclaran equivocadamente mártires del sistema, del ‘Papa desinformado’ o de la ‘vieja guardia’… en vez de entonar el ‘mea culpa’».

Los cardenales y jefes de departamentos, reunidos para la tradicional felicitación de Navidad, volvían a constatar la capacidad del Papa de llamar a las cosas por su nombre por cuarto año consecutivo desde aquel primer encuentro en que les habló de las «enfermedades de la Curia».

Como todos los papas, especialmente al comienzo de su pontificado, Francisco se ha topado con algunas personas reacias a colaborar, pero ha preferido no cesarlas siguiendo su principio de «yo no corto cabezas». Lo que hace es no renovarles en el cargo cuando expira su mandato de cinco años. Y eso es lo que precisamente esas personas desleales y refractarias se toman muy a mal.

Como sucede siempre, una parte pequeña de los cargos nombrados por Francisco no están a la altura de lo que se esperaba, pero el Papa promete ser paciente: «Hay otras personas que siguen trabajando en la Curia a las que se da tiempo para retomar el justo camino, con la esperanza de que encuentren en la paciencia de la Iglesia una ocasión para convertirse y no para aprovecharse».

Pero la verdadera columna de cualquier organización no son las anomalías sino lo que funciona bien, y Francisco ha manifestado reconocimiento a «la inmensa mayoría de las personas fieles, que trabajan con admirable compromiso, fidelidad, competencia, dedicación y también con tanta santidad». La palabra «santidad» era el mejor de los elogios.

El eje de su discurso a los máximos responsables de la Curia vaticana era una invitación a mejorar el modo de servir al mundo exterior, pues «una Curia encerrada en sí misma traicionaría el objetivo de su existencia y caería en la autorreferencialidad que la condenaría a la autodestrucción».

No deben mirar hacia dentro sino hacia fuera, a las personas que tienen que servir, cuidando «la relación con las naciones, las iglesias particulares, el diálogo ecuménico, el diálogo con el Judaísmo, con el Islam y las demás religiones, es decir, con el mundo exterior».

Mirar hacia fuera con actitud de servicio es, según Francisco, el mejor antídoto para «superar la desequilibrada y degenerada lógica de las intrigas o de los pequeños grupos, un cáncer que lleva a la autorreferencialidad», con la consiguiente pérdida de «la alegría del Evangelio y la alegría de comunicar a Cristo».

El Papa advierte que algunos «traidores» en la Curia vaticana «se autodeclaran mártires» cuando se les aparta

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