Día del Padre

Padres a miles de kilómetros de casa

En el mundo se reparten muchos españoles que, por su oficio y sacar a sus familias adelante, ni los verán ni disfrutarán de su compañía. Son padres a distancia, sin que eso minimice su función, aunque sí, reconocen, mitiga su labor en la crianza

Joel Sans a bordo de un buque oceanográfico en la Antártida FOTO CEDIDA A ABC

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El coronel Aparicio, a la derecha, con su mujer y sus hijos, es uno de los profesionales españoles que brindan su testimonio a ABC FOTO CEDIDA A ABC

Una festividad para todos los padres

Hoy, festividad de San José , muchos serán los hombres que celebren su paternidad. Los de reciente cuño gozarán de cuatro semanas de un permiso dilatado en el tiempo este 2017. Pero en el mundo se reparten empresarios, científicos, diplomáticos, periodistas, marineros y asalariados que, por su oficio y por sacar a sus familias adelante, ni los verán ni disfrutarán de su compañía. Son padres a distancia, sin que eso minimice su función, aunque sí mitiga su labor en la crianza. Con gran pesar para todos ellos.

Estos son sus testimonios, brindados a ABC.

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Vicente Rodríguez, en el puerto de Cedeira (La Coruña) MIGUEL MUÑIZ

«Me han nacido varios hijos mientras faenaba»

«A barco nuevo, capitán viejo». El refrán marinero se ajusta como anillo al dedo a Vicente Rodríguez Vergara y su familia, formada por su simpática mujer Lucila Gutiérrez y seis hijos . A algunos de ellos, no recuerda cuántos ni cuáles, este armador gallego de Cedeira (La Coruña) ni los ha visto nacer. «Me nacieron varios hijos mientras estaba en alta mar. Me llamaron por telefonía, me lo comunicaron y continué con el trabajo».

Estaba en plena captura de bonito, tal vez en las cercanías de las Azores, adonde se va durante varias semanas cada verano. Tiempo atrás en Irlanda con las palangreras de fondo. Porque, añade, dedicarse al oficio no es centrarse en un arte de pesca exclusivo. Aél le ha tocado un poco de todo. Pero este marinero de raza –que se autodefine como «el armador más viejo de toda la costa atlántica y cantábrica, de la Baiona de Pontevedra a la Bayona francesa, aunque no lo parece», se jacta– sigue pasando meses fuera de casa. Sin ir más lejos, hasta esta temporada, que faena cerca con su gran «volantero» su rutina diaria le impide capitanear la crianza de sus hijos. Aunque cuenta con una ayuda: «Mis dos hijos varones van en el barco, del que soy el patrón».

En una jornada usual, no se aleja ahora más de 8-10 hasta las 24 millas del litoral gallego, mas se levanta a las 2.00 de la madrugada y a las 4.30 ya está en la faena. «Regresamos, según la carga de pescado, pero hasta las 19.00-20.00 no estamos en el muelle».

Y, así, día tras día. Vicente se ha acompañado de la compañía de sus hijos como marineros de a bordo. Y le entusiasma capitanearlos. Sus otras cuatro hijas, todas mujeres, trabajan en sus casas, porque la vida del marinero es extremadamente dura. Y ellas también tienen su labor de crianza particular con sus pequeños.

Morriña imperecedera

Vicente lleva una vida entera sufeando los avatares de la mar. «Qué le voy a hacer, me he perdido demasiadas cosas. Ellos y yo hemos asumido que me dedicaba a esto. Estás en el Gran Sol faenando y trabajas. No puedes parar. Con una vida entera dedicada a la mar no se cumple ni con los hijos ni, en realidad, con nada. Antes, ahora y después se trabaja muchas horas y durante periodos largos de tiempo, que te impiden estar al frente del cuidado de los hijos y todas sus necesidades. Eso sí, nunca les ha faltado qué comer».

«Cuando han pasado quince días ya empiezas a sentir esa morriña tan nuestra»

«Lo que peor llevo es, que cuando han pasado quince días desde que te has ido de casa, ya empiezas a sentir esa morriña tan nuestra», comenta. «Tienes ganas de volver. Si encima coges malos tiempos en la mar, te gana el cansancio y el abatimiento», dice con voz entrecortada. «La tripulación –ahora tiene seis personas a su cargo– se empieza a poner de mal humor. Están de mal talante. Pero hay que ir tirando de todos ellos, para eso soy el patrón».

«Cada ser humano es de su manera. Pero yo soy el que manda en un volantero, soy comunicativo con la gente y me gusta mucho ser serio en el trabajo. Les doy confianza, alegría y contratos».

¿Y como padre cómo es? «Tendría que preguntar a mis hijos, pero me esclavizo bastante por ellos. Me sacrifico mucho y eso que el próximo 6 de abril cumplo los 70. Y sigo activo. Como un soplo del viento huracanado que mueve su barco en la dársena de la población coruñesa.

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El coronel Aparicio es jefe de formación en la misión de la UE en Somalia (EUTM) FOTO CEDIDA POR EL CORONEL APARICIO A ABC

«Telecelebro el Día del Padre con mis tres hijos por Skype»

Desde Mogadiscio, la capital de Somalia, el coronel José Aparicio , jefe de «training» o formación en la misión de la Unión Europea en Somalia (EUTM) celebrará el día de hoy con sus tres hijos pequeños por «Skype». «Les quedará el recuerdo de esta “telecebración” de cuando “papá estaba en Somalia”». Y es que la tecnología ha servido de arma aliada a este coronel del Ejército español , con su familia residente en la provincia de Zaragoza. A miles de kilómetros de distancia, «las sonrisas en vivo y en directo no son sustituibles por nada, pero voy a decirle qué me dijo Marcos , de 11 años, hace un par de semanas antes de partir: “papá, cuando sea mayor, también seré militar, pero no tendré hijos».

Marcos aguarda con sus hermanos mayores, de 14 y 16 años, al retorno de esta misión, de ocho meses de duración y solo veinte días compartidos con su progenitor, habituados como están ya a ver a su padre a través del ordenador. «Es más fácil con la técnica entrar en el salón de casa, pero claro, no se puede ir con ellos al campo, a la iglesia, a hacer deporte. Su madre carga con todo», responde el coronel, que es profundamente creyente. Quiere que sus hijos hereden el «tesoro escondido» de la fe. De estirpe militar, antes deSomalia estuvo otros tres años destinado fuera de casa.

«Mi hijo Marcos me dijo que en el futuro sería militar, pero no tendría hijos»

«Somos unos 2.500 militares españoles desplegados por el mundo y creo que todos estamos orgullosos de servir a los intereses de España . Nuestra vocación nos hace correr riesgos y sacrificio en beneficio de los demás. Espero que mis hijos entiendan que ellos son parte de ese sacrificio en favor de la comunidad». Lo que espera de sus tres muchachos es ayudarles a que den «el diez, el veinte, o hasta el ciento por uno». «Lo mejor que podrán decir de ellos es que pasaron por esta vida haciendo el bien», se desafía.

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Joel Sans junto a su esposa, Meritxell, y su hija de 11 años, Ariadna, de visita en Roma ABC

«Lo que más echo de menos es la rutina»

La mayor parte del año Joel Sans tiene una rutina corriente. Pero cuando los meses fríos llegan a España, él se embarca en un buque oceanográfico o viaja hasta la Antártida en busca del verano austral. Así ocurrió este año, cuando después de Navidad viajó hasta el continente más frío y seco del planeta para trabajar en la base antártica española Juan Carlos I.

Pero ni los rigores del clima ni las largas jornadas de trabajo le hacen olvidarse de su familia, asentada en San Pedro de Ribas, Barcelona. Su mujer, Meritxell, y su hija, Ariadna, de 11 años, están muy presentes. «Las echo mucho de menos. Lo que más se echa en falta es participar en la rutina. Llevar a la niña al cole, lavar un plato, tener una conversación con mi mujer».

Este ingeniero industrial trabaja para la Unidad de Tecnología Marina (UTM), una sección que forma parte del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y que tiene como objetivo prestar apoyo técnico a los proyectos científicos de España en océanos y polos.

Cada año emprende una campaña de varios meses y se encarga de los sistemas electrónicos en entorno muy hostiles. Se pierde cumpleaños y citas familiares, pero mantiene contacto permanente con su gente gracias a internet. Su hija ya muestra interés por la biología del mar. De momento, la familia ya cuenta los días hasta su regreso, en abril.

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Antonio Herrador Arévalo, a su llegada al aeropuerto de Sevilla, acogido por su familia FOTO CEDIDA A ABC

«Las niñas presumían de que su padre "iba a hacer un tren" en Quito»

Antonio Herrador Arévalo es un ingeniero sevillano de 42 años. Casado con Eli, tiene dos niñas, Julia y Elia , de 6 y 4 años. Uno y otras están a 8.488 kilómetros, la distancia que separa un océano entre Aguadulce (Sevilla) y Quito. Antonio es un trabajador de la empresa Ayesa , que está ejecutando al mayor obra en Ecuador en la Línea I de Metro de Quito.

La situación actual de España y la ausencias de obras industriales en el país fue lo que llevó a Antonio a buscar trabajo fuera. «Las diversas ofertas de trabajo que encontraba eran, todas, fuera de España», dice.

Reconoce que al tomar la decisión de salir expatriado fuera de su país, pasó un mal trago con su mujer. «En ese momento aceptas que vas a trabajar fuera, que puede ser una gran experiencia, que el tiempo pasa rápido y sobre todo que es lo que debo hacer. Después de eso tienes que contárselo a tus hijas, las cuales presumen de que su padre va a hacer un “tren subterráneo en Quito”. Todos los días anteriores a tu partida pasan excesivamente rápido. Intenté pasar el mayor tiempo posible con ellas, con mis padres, con mis hermanos, con mis amigos pero siempre me pareció poco», recuerda con un hilo de nostalgia.

Las niñas preguntan por su padre

¿Qué es lo que peor lleva? «Las niñas comienzan a hacerte preguntas como "¿mañana no vas a venir a dormir?", "¿para mi cumpleaños vendrás papi?" A lo que tienes que responderles: "No voy a poder estar porque estaré trabajando mucho"».

«Me despedí de mis hijas una tarde de julio, sabiendo que hasta Navidad no las vería y que su “papá cosquillitas”, así es como me llaman, estaría un buen tiempo sin jugar con ellas. En el aeropuerto la despedida se hace aún más dura cuando tu padre, tu madre y tu mujer te desean mucha suerte entre sollozos y lágrimas que nadie podía contener».

Prosigue su relato: «Llegas a un país que para ti es nuevo, a un trabajo nuevo, te dedicas exclusivamente a trabajar y comienzas a tener nuevos amigos, que no los conocías de nada y que ahora son la familia más cercana que tienes. En mi caso, gracias a Dios, he tenido mucha suerte con las amigos que he encontrado aquí, que seguramente perdurarán muchos años y que también tomaron un día la decisión de salir de España a trabajar».

Este asalariado de Ayesa se hace el fuerte en muchas ocasiones e intenta no derrumbarse para que su familia piense que está bien, confiesa a este periódico.

Pero, sin duda, lo que él rememora como el peor momento desde su estancia en Quito fue provocado por su hija de 4 años. Elia no quería intervenir mucho en las videoconferencias que tenían sus padres, mientras que la mayor, Julia, le contaba a su padre todo lo que había hecho en el colegio con pelos y señales. « Incluso me leía algún pequeño cuento», exclama con excitación Antonio. Continúa: «Pero Elia no quería participar de esa conversación, sólo me decía "hola" y se iba. Así que un día le propuse a mi mujer que me dejara hablar a solas con ella. Le pregunté por qué no quería hablar conmigo y que me contara sus cosas, y me dijo que no quería hablar por la pantalla porque no podía acariciarme. Creo que aún no me he recuperado de eso».

«Mi hija pequeña no quería hablar conmigo por la pantalla porque no podía acariciarme, decía. Creo que aún no me he recuperado de eso»

«Ahora mi mujer ejerce de padre y madre, ella sola toma decisiones y ella sola está educando a mis hijas. Desconozco si eso para su futuro será beneficioso o no, pero ambos intentamos hacerlo lo mejor que podemos. Los abuelos y tíos también forman una parte muy activa de esta historia, puesto que su ayuda incondicional, en nuestro caso, se hace fundamental para compaginar el trabajo de mi mujer y dos niñas».

«Como experiencia de padre , estar alejado de tu familia es doloroso , pero te refugias en que es lo mejor para todos, o por lo menos eso piensas, porque seguro que si le preguntaran a mis hijas no pensarían igual. Para compensar esta ausencia de tu familia, te refugias en el trabajo, que en mi caso es de gran satisfacción, porque me gusta lo que hago y disfruto profesionalmente».

«Mis hijas ya se han acostumbrado a que cuando su padre sale para comer ellas están cenando , y además creo que son las únicas de sus clases que saben dónde está Ecuador y que su capital es Quito», completa.

«Estar alejado de tu familia es doloroso, pero te refugias en que es lo mejor para todos»

«Esperas que el tiempo pase lo más rápido posible para volver a ponerte nervioso a la llegada en un aeropuerto y poder sentir el calor que un padre necesita de su familia».

A la pregunta de cómo va a pasar esta fecha tan señalada, el Día del Padre y festividad de San José, Antonio Herrador confirma: «Lejos de su familia y viendo en la pantalla de un ordenador los trabajos que tus hijas han hecho en el colegio para ti, los cuales guardarán para cuando te vean juntos con todos los besos y abrazos que no ya no recibes diariamente».

Antonio aprovecha para agradecer todo el esfuerzo que están haciendo su padre Antonio, su madre Mari Carmen, su madre política Julia y, sobre todo, su esposa: «Sin ello s esta situación sería mucho más difícil y complicada».

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