Padre Manuel Nin, monje de Montserrat: «No hemos celebrado misas, pero hemos celebrado la caridad»

El obispo apostólico para los católicos de rito bizantino en Grecia lidera como «exarca» una pequeña comunidad de sacerdotes y varios miles de fieles ubicados en Atenas

Manuel Nin, monje de Montserrat y obispo católico en Atenas INES BAUCELLS

Miquel Vera

Esta funcionalidad es sólo para registrados

En 2016 el papa Francisco nombró a un monje español, el padre Manuel Nin (Barcelona, 1956), como obispo apostólico para los católicos de rito bizantino en Grecia. Desde entonces, el religioso benedictino lidera como «exarca» una pequeña comunidad de sacerdotes y varios miles de fieles ubicados en Atenas.

¿Cómo se ha vivido la pandemia en la cuna de occidente?

En Grecia el virus se ha vivido con dificultad, como en todo el mundo, pero ha sido uno de los países que han sido ensalzados porque con diez millones de habitantes ha habido ‘solo’ 160 muertos. En Atenas estaba todo cerrado desde primeros de marzo y las fronteras se clausuraron pronto también. Esta decisión ha sido muy respetada, las iglesias estaban cerradas y se podía celebrar con dos fieles como máximo. Esto ha hecho que la epidemia haya quedado bastante controlada. Habrá que ver ahora cómo afecta el retorno de los turistas. Esperamos que no haya nuevos focos.

¿Cómo reaccionaron los fieles?

Lo vivieron con una cierta tensión, Grecia es una sociedad muy religiosa donde el 98% son ortodoxos y el 1% somos católicos. Obligar a los creyentes a vivir la cuaresma y la Semana Santa sin celebrar, en casa, fue difícil. Los obispos católicos intentamos hacer entender a los feligreses qué significa orar en el hogar, en familia, y no recibir los sacramentos. La Iglesia decidió ser obediente al Estado. Esto ha sido positivo, también para mejorar su relación con el Gobierno.

¿Qué papel debe tener la Iglesia ahora?

Necesitamos dar un mensaje de esperanza. Hay que redescubrir el valioso que es hablar con una persona cara a cara. En la iglesia todos los sacramentos son presenciales, nada puede ser digital. La palabra de la Iglesia, después de estos meses, debe ser de pedir unas relaciones más intensas, en el ámbito familiar, comunitario y personal. Hay que sacar algo positivo más allá del drama y la muerte.

¿La institución ha estado a la altura?

Ha intentado estar al lado del sufrimiento. De hecho el número de curas de hospital que han muerto en todo el mundo, especialmente en Italia, es brutal y ejemplo de ello. La asistencia religiosa no se ha echado atrás. Aunque no hemos celebrado la eucaristía, las misas, hemos celebrado la caridad. La Iglesia se crece en la adversidad, y ha estado al lado de las personas.

Algunos han echado en falta una iglesia más crítica con los gobiernos, el caso de las residencias de ancianos es sangrante...

Es posible. La iglesia debe hablar con valentía, y con valentía ir a veces contra corriente. En Grecia ha sido valiente aceptando las decisiones del Estado. En casos como las residencias de ancianos, tal vez habría hecho falta una palabra más fuerte y directa, pero no conozco extensamente la situación de España. Hay tiempo de recuperar este rol ahora.

¿Cómo cambiará nuestra relación con Dios?

Las semanas de cuarentena nos han hecho redescubrir una relación más personal con Dios, forzada por el hecho de no poder celebrar comunitariamente. Así ha sido como la oración personal ha sido reencontrada, también con la lectura. No hemos encontrado la presencia de Dios en los sacramentos, pero sí en la oración individual y familiar.

Durante semanas hemos tenido miedo a Dios...

Cuando el número de muertos era muy alto se creó una situación de miedo, tensión, desconfianza en el otro. En estos momentos hay que hablar de misericordia, de la piedad del Señor, y también recuperar la misericordia entre nosotros, aparcar las tensiones que se han vivido, también dentro de muchas familias, en las que algunos miembros que no han enfermado del virus han sufrido de otros dolores, como la depresión o la angustia. Hay que perdonar.

Durante décadas hemos escondido la muerte, y con la pandemia ha vuelto a nuestro día a día de golpe. ¿Estábamos preparados?

La pandemia ha hecho que las despedidas hayan sido distantes y rápidas con el dolor que ello supone. Yo, cuando llegué a Grecia hace cuatro años recuperé el contacto con la muerte. Allí todavía se vela en casa, y algo más sorprendente, los funerales se hacen con la caja abierta y se besa la mano del difunto antes de terminar, empezando por el párroco. Allí hay un contacto más sereno con la muerte, una dimensión humana que quizás reivindiquemos después del sufrimiento de estos meses. Nuestra Fe pasa por la encarnación de Cristo y de quien tenemos al lado, eso hay que resaltarlo.

Algunos han percibido un castigo en el virus.

Sí, pero a mí me resulta difícil vivir una relación con Dios en esta clave del castigo. Ha sido un momento de sufrimiento y muerte de seres queridos, pero no debe verse como un castigo sino como un momento en el que tenemos un hecho que nos cuestiona en muchos ámbitos. Son momentos de dificultad que nos señalan qué contradicciones tenemos que superar como sociedad y como cristianos.

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación