El padre Alejandro Solalinde sobre la visita papal a México: «Francisco ha renunciado a la parafernalia de la "realeza"»
El conocido como «cura de los inmigrantes, cree que el actual Papa «va a desencadenar muchos impactos positivos» en el país azteca
El padre Alejandro Solalinde lleva once años ocupándose de los inmigrantes provenientes de Centroamérica que, a su paso por México, sufren toda clase de abusos, desde la extorsión al asesinato. Su albergue Hermanos en el Camino, en Ixtepec, Oaxaca, se encuentra muy cerca de las vías por donde pasa « La Bestia », el tren que cruza el país desde la frontera con Guatemala a la de Estados Unidos escondiendo entre sus mercancías a personas que buscan llegar a los países del Norte.
Comenzó, cuenta, observando lo que pasaba, subiendo y bajando de los vagones, llevándoles agua y comida a los polizones, y decidió sacar la situación a la luz pública en 2007, cuando ya había documentado y denunciado seis secuestros.
Sacerdote heterodoxo, su labor lo ha hecho acreedor de varios galardones internacionales, entre ellos el Premio Nacional de Derechos Humanos en 2012. Un año antes, gracias a su esfuerzo y el de otras organizaciones, se aprobó la Ley de Migración.
Es severo. De lo que pasa con los indocumentados no solo culpa a las mafias criminales sino al Instituto Nacional de Migración, que « trata al migrante como un delincuente cuando solo es un irregular administrativo ». «No se ve dónde está la raya entre el crimen organizado y los funcionarios públicos corruptos», dice. Cuando se le pregunta si no ha tenido nunca miedo, responde que «para eso está Dios», para darle fortaleza.
-El Santo Padre tiene una agenda propia y muy específica, dentro de la cual está el tema de los migrantes. ¿Cree que la visita va a mejorar las cosas en este ámbito?
-Creo que el Papa va a hablar con toda la autoridad moral que tiene y va a desencadenar muchos impactos positivos. El más grande, en la población civil, en los feligreses. El siguiente, aportándole consuelo y aliento para luchar por lo que es justo, en el clero. Dentro de este, no son pocos los que están dando señales de un cambio. Hay otros que son abiertamente conservadores; a ellos no les va a hacer mucha gracia lo que dice el Papa. En una ocasión, un alto dignatario de la Iglesia católica, no le voy a decir de qué diócesis, me dijo: «Mire, padre, no piense que no entendemos lo que usted nos dice, pero quiero hablarle con toda franqueza: me da miedo cambiar, porque estoy acostumbrado a las comodidades, a la vida que tengo; así me formaron y así lo disfruto».
-De esta visita papal a las anteriores, ¿observa diferencias?
-Totalmente. En 1979, yo trabajaba para el Episcopado Mexicano y me tocó estar en la Delegación Apostólica –era entonces Delegación, no era Nunciatura–, cerquita del Papa Juan Pablo II la primera vez que vino. Era un Papa más joven y carismático, pero era más una visita oficial. Por primera vez, era recibido un Papa en México y aunque dijo cosas referentes al pasado religioso del país –siempre fiel ante la represión del gobierno, durante toda la persecución religiosa de los años veinte–, nunca rebasó ese nivel. En las visitas papales anteriores, el Santo Padre nunca salía de los actos protocolarios. No así Francisco. Él ha renunciado a ese boato, a esa parafernalia de la «realeza». Además, los papas que han venido son europeos y él es latinoamericano. Nos comprende muy bien.
Fíjese, este Papa fue uno de los 160 jerarcas que participaron en 2007 en la V Conferencia Episcopal Latinoamericana, celebrada en Aparecida, Brasil, donde elaboraron un diagnóstico pastoral muy severo. El documento concluía diciendo que estábamos tan mal en América Latina, que el continente necesita se declare en estado de misión, es decir, que se empiece desde cero, desde el mensaje de Jesucristo, para rectificar y corregir. Cuando el Vaticano «manoseó» y suavizó el documento, Bergoglio mostró cierta desilusión, por no decir frustración. Él no se imaginaba entonces que algún día sería el jefe del Vaticano y que podría tener en sus manos, ahora sí, el cambio.
-¿Usted ha pedido audiencia con el Santo Padre?
-No, porque no creo que sea necesario. El Papa está muy bien informado sobre México, no necesita más. Hay informantes muy importantes, como el obispo Raúl Vera, de Saltillo, que es parte de nuestro colectivo de Colectivo de Defensoras de Migrantes y Refugiados.
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