Pablo Ráez
Andrea Rodríguez: «Lo que hizo Pablo Ráez no lo va a hacer nadie»
La pareja del joven que encaró la leucemia y consiguió aumentar las donaciones de médula con el lema «siempre fuerte», le rinde un homenaje con su libro «Cuando nos volvamos a encontrar» para que nadie olvide ni su mensaje ni su historia
La sonrisa de Pablo Raéz cautivó a toda España. El joven de tan solo 19 años encaró la leucemia y mostró cada paso que daba a través de la redes sociales con un mensaje sincero con el que consiguió aumentar un 1300% en 2016 donaciones de médula en Málaga. Su lema «Siempre fuerte» aún pervive aunque hayan pasado dos años de su muerte. El malagueño sin ser consciente de ello, se convirtió en un símbolo de lucha.
Ahora, su novia, Andrea Rodríguez, le ha rendido un homenaje relatando su historia en «Cuando nos volvamos a encontrar» , 217 páginas en las que narra desde que se conocieron hasta esa fecha que, inevitablemente, nunca olvidará. «¿Quieres ir a pasear a la playa?», fue la frase con la que comenzaron su historia de amor, el instante en que para ambos cambiaron su forma de concebir el mundo y con el que Rodríguez espera volverse a reencontrar en un futuro: «Nos reconoceremos en la mirada , que es donde está la esencia del alma», asegura.
«Pablo era de esas personas que tenían que dar un mensaje en el mundo, ha podido llegar al corazón de mucha gente y ha hecho historia en España con la donación de sangre y médula, él era quien tenía que hacerlo», explica esta joven de manera serena. Durante este periodo de tiempo, se escapó a la India para meditar y encontró en el desierto del Sahara su lugar de paz. «Al principio yo quería mantenerme al margen y desaparecer de los medios, encerrarme en mi casa a lamerme las heridas y empecé a hacer una escritura terapéutica. La idea no era hacer un libro pero mi sueño era ver los textos de Pablo en papel».
A Rodríguez siempre le ha gustado escribir, de hecho, confiesa que cuando era pequeña su madre le regalaba esos diarios «con candados en los que solía relatar su propia historia. «Me escribía para el yo de mayor para recordar cómo era», evoca. Por eso, cuando conoció a Pablo hizo un diario con todo lo que vivía junto a él, los buenos y malos momentos, que anotó en esas páginas en blanco y que han quedado reflejadas también en este libro. «Al terminarlo me he quedado tranquila, he pasado por momentos de tristeza, dolor y por los que no podía escribir más, al final lo he podido transformar en un mensaje esperanzador y de amor», declara.
Entre dos mundos
El optimismo fue la fuente de energía de Raéz y la joven ha seguido este camino en el que la esperanza se mantiene pese a las adversidades. «La muerte no es triste, lo que es triste es no saber vivir» , esa es la frase que más marcó a Rodríguez de todas la que decía su pareja y la que a partir de entonces aplica con más sentido que nunca. «Estoy cumpliendo todos mis sueños no quiero dejar ninguno por vivir», sentencia. Ese es precisamente el mensaje que ella intenta más recalcar a lo largo en el relato en el que reflexiona acerca de la existencia de dos mundos: «el de los sanos y el de los enfermos».
«Mientras la gente iba a la playa, de vacaciones, preocupados de si había o no medusas, yo veía como a él le subían las dosis de morfina», describe Rodríguez en el libro. « Hay otro mundo en el hospital, ahí no hay tiempo ni espacio, solo hay dos estados, o estás mejor o peor. No todo el mundo toma conciencia de eso. Cuando estás allí y sales a la vida la valoras. Valoras estar vivo porque a veces se nos olvida», explica. Aquel verano para ella fue muy diferente, no quiso vivirlo, estuvo junto a él y cada vez que salía de esas paredes experimentaba ese contraste del que hasta entonces no era consciente.
Para ella, «vivir» dentro del hospital era la primera vez, pero para la familia de Raéz y él no. Por eso, antes los días previos al ingreso de Pablo en el hospital para el segundo trasplante, recurrió a la visita de un chamán para encontrar las energías necesarias . Un gesto más del que consideraba que podría ayudarle en esta nueva lucha. «Era de origen chileno, ya que allí se ve esta figura normal, aquí es un terapeuta y aplicó en Pablo una serie de técnicas como las constelaciones familiares para encontrar la raíz de la enfermedad de manera emocional. Yo creía en eso y yo vi como él había encontrado una fuerza en su interior cuando todo lo exterior era demoledor para él», recuerda. No obstante, matiza que «cada uno tiene que tener su propia investigación», porque como explica, «hay partes de las terapias naturales que no son positivas».
El legado de Pablo Ráez
Ráez consiguió aumentar las donaciones en la provincia de Málaga un 1300% en 2016, con un total de 11.201 donantes nuevos ese año. Cada publicación que realizaba se viralizaba en pocas horas y su cuenta de Instagram cuenta todavía con 383 mil seguidores . Su última publicación del 25 de enero de 2017 en el que relataba su estado y animaba a todos los que lidiaban también con esta batalla tiene casi 300 mil «me gusta». Los que conocieron su situación seguían sus pasos y muchos de ellos se animaron a acercarse a un centro médico para donar médula. «Muchos le escribían para saber cómo hacerlo y cómo podían donarle a él , pero él quería que fuera para todos».
«Lo que hizo él no lo va a hacer nadie porque lo hizo de una manera especial. Durante la enfermedad y después, muchos colegios e institutos incluso en exámenes aparecía Pablo. Recibía dibujos y cartas de clases enteras y él se emocionaba porque lo dibujaban como un superhéroe . Es un sector en el que ha calado mucho y no se va a olvidar. Ahora hacen charlas sobre las donaciones de médula y ahí es donde puede ir creciendo el mensaje: en los niños, que son el futuro». Además, la familia ha mantenido abiertas sus redes sociales para que quien quiera pueda hallar «el rinconcito para volver cuando uno necesita algún tipo de fuerza». Tras su muerte, muchos jóvenes inspirados por él han querido seguir su legado como el sevillano Adolfo Sánchez que falleció a los 16 años. Ante esto, Rodríguez aconseja que «no es bueno comparar historias» y que deben «buscar su propia voz».
«La mayor satisfacción es llegar a la noche de tu cama y saber que has hecho lo que tenías que hacer»
Con este libro, la joven acerca al lector a la realidad que vivió Pablo en el que en ocasiones, y a pesar de su valentía, estuvo a punto de rendirse. Aún así, nunca dejó de hacer planes futuros y ayudar a todos los de su alrededor a mejorar como personas. «Lo que más recuerdo era su forma de soñar en grande , de vivir la vida con mucha ilusión, una frase que decía mucho era: “La mayor satisfacción es llegar a la noche a tu cama y saber que has hecho lo que tenías que hacer”», rememora Rodríguez. Palabras que se han grabado a fuego en su corazón y que ha compartido antes de intentar dejar de ser conocida como «la novia de Pablo Raéz» y comenzar a darse a conocer con su faceta de autora : «Como escritora soy Andrea Rodríguez». Sin embargo, admite que es «inevitable» que la asocien con él, asegura que no le molesta siempre que no se «malinterprete».
La historia de amor de estos jóvenes en el que el tiempo corría en su contra, conmovió a todos y un pequeño candado que adorna el puente de la Represa en Marbella invoca esos momentos especiales que vivieron. La lluvia ha conseguido hacer desaparecer las letras en las que se podía leer «siempre juntos» pero los recuerdos son imborrables. «El candado en el puente significa que es un amor que va a estar siempre unido», sostiene Rodríguez. Este lugar se ha convertido en un refugio para ella, donde acude para meditar o escuchar música como cuando lo hacía con él. Cada 25 de febrero , para conmemorar el aniversario de su muerte, se acerca ahí o la playa y lanza una rosa roja . Un regalo que él siempre le hacía.
A finales de este mes, al cumplirse los dos años de su muerte, «Cuando nos volvamos a encontrar» y un documental biográfico hecho por el tío de Ráez en el que se podrán ver imágenes del malagueño desde su infancia, volverán a lanzar con fuerza su mensaje: «Siempre fuerte».
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