La osadía de Mayor Oreja
El nuevo líder de la prepolítica humanista se ha empeñado en que España y Europa no se olviden de las claves que han hecho posible el progreso humano y social
En un momento en el que se agudiza la crítica a la clase política, y en el ámbito del centro derecha no se frena el llanto por la pérdida de referentes ideológicos humanistas y cristianos –hecho que explica, en cierta media, la aparición de VOX en nuestro escenario público-, Jaime Mayor Oreja se ha empeñado en una conquista titánica, que España y Europa no se olviden de las claves que han conformado su identidad y han hecho posible el progreso humano y social.
Tozudo como él solo, quizá porque es un superviviente de los años más duros de la lucha contra la violencia terrorista, Mayor Oreja ha dejado la primera fila de la política de partidos y se ha ido a la retaguardia cultural, una inversión contracorriente incluso para los actuales vientos de una Iglesia más volcada en lo social como prioridad de la agenda temática. Apuesta que probablemente crea más consenso, da menos problemas y es más aplaudida por la platea.
Lo que Jaime Mayor Oreja , nuevo líder de la prepolítica humanista, ha conseguido en Santiago de Compostela no ocupará las primeras páginas de los periódicos, ni tendrá un efecto tsunami en los aparatos y programas de los partidos políticos. A lo sumo será señalado por las terminales mediáticas de la izquierda más rabiosa como el nuevo líder de la reconquista conservadora europea al nivel de Orban y compañía . Ya se sabe, como dijo Wittgenstein, los estereotipos son una forma «primitiva» de razonar.
Hace tiempo oí una frase que el conferenciante atribuyó a Augusto Compte. Decía algo así como que «lo que sirve para destruir, no sirve para construir». R. Guardini, en 1946, escribía que «hoy día atraviesa Europa la crisis más profunda de su historia; tan profunda que muchos llegan a preguntarse si todavía existe «Europa en el antiguo sentido de la palabra». Jean Monnet confesaba, al final de su vida, que «si pudiera volver atrás, habría que comenzar por la cultura» La identidad europea es hoy, en cierta medida, un cadáver en la trastienda de Europa . Este fin de semana, en Santiago de Compostela, algo nuevo ha resucitado.
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