El orgullo de la diferencia sexual

Repensar la evidente diferencia sexual pasa por reconocer que el sexo no es un atributo o un accidente

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El obispo secretario de la Conferencia Episcopal Española, monseñor Luis Argüello, el pasado viernes, recordó que existe u na propuesta antropológica, la cristiana, que nace de la diferencia sexual. «Nos parece –señaló- que es muy importante resaltar el significado de la diferencia sexual, ser hombre y mujer. Es algo de lo que nos sentimos orgullosos, desearíamos que se promoviera el orgullo de la diferencia sexual». La aceptación de las personas en su situación particular no puede impedir, insistió, una propuesta antropológica de esta naturaleza que tiene en cuenta una realidad básica, nacemos hombre o mujer.

Martín Heidegger afirmaba que cada época tiene un tema para pensar. No es probable, o sí, -nunca se sabe con determinados obispos-, que monseñor Argüello sepa que una de las teóricas del pensamiento feminista de la diferencia, Luce Irigaray, afirmaba que «el tema de nuestro tiempo es la diferencia sexual».

Las relaciones entre sexo y género, según la profesora María Elósegui, se pueden encuadrar en tres modelos. El primero, de la subordinación o patriarcado, que justifica la desigualdad entre varones y mujeres en función de un determinismo biológico. Propone la existencia de unos roles sociales intransferibles que avalan la subordinación de la mujer. Modelo que debe ser combatido sin fisuras. El segundo, igualitarista, niega todo tipo de diferencias sexuales. Aunque proclama una reivindicación justa de igualdad, cae en el reduccionismo al oponer el sexo biológico al género. Masculinidad y feminidad serían productos socioculturales que pueden modificarse , y que incluso es preciso anular –por ejemplo, ser madre y ser padre- en aras de una igualdad absoluta. El tercero, de la reciprocidad y corresponsabilidad, defiende la complementariedad entre varón y mujer. Exige una participación de la mujer y del varón en la vida pública y en el ámbito privado. Esta propuesta hace posible que la igualdad sea compatible con la diferencia y es el que propugna, en esta sociedad plural, el cristianismo.

Repensar la evidente diferencia sexual pasa por reconocer que el sexo no es un atributo o un accidente , sino un constitutivo de la persona, que modula por completo su existencia. Significa reivindicar una adecuada teología del cuerpo.

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