La odisea de dejar de fumar en España
Desde la entrada en vigor de la Ley Antitabaco hace casi 16 años, el número de fumadores diarios apenas se ha reducido un 0,5%, y estos están lejos de la media europea
Los expertos piden más medios para formar a profesionales y prevenir el inicio del consumo de esta sustancia
A punto de cumplirse 16 años el próximo uno de enero de la entrada en vigor de la Ley Antitabaco, el Ministerio de Sanidad no ha conseguido aún reducir su consumo, tan instaurado en la sociedad. El tabaco es, por detrás del alcohol, la sustancia psicoactiva más consumid a en España entre la población de 15 a 64 años: siete de cada diez personas lo ha probado alguna vez en su vida, y cuatro de cada diez lo ha hecho en los últimos 12 meses, según los últimos datos actualizados por el ministerio en la Encuesta sobre Alcohol y Drogas en España (EDADES).
Desde 2005 a 2019 -según la misma encuesta-, el consumo diario apenas ha menguado unas décimas, pasando del 32,8% de los españoles al 32,3% . Tampoco con la ampliación de la ley para hacerla más severa en espacios públicos en 2010 consiguió un impacto significativo y mantenido en el tiempo. Pero pese a ello, intentan desengancharse: según dicho estudio, entre los consumidores que fuman todos los días, un 61,5% se ha planteado dejarlo (en mayor medida las mujeres y el grupo de entre 35 y 64 años). De ellos, solo el 37,2% confiesan haberlo intentado.
Según otra encuesta con datos más recientes, con la llegada de la pandemia de coronavirus y el confinamiento, el 13,4% de los que fumaban en ese momento intentaron dejar de hacerlo, el 18,1% se lo propuso pero no lo consiguió mientras más de la mitad de los españoles fumadores no se lo plantearon. De entre los que consiguieron desterrar su hábito, el 83,9% lo hicieron por su cuenta, sin ayuda; el 8,9% utilizaron fármacos y el 9,6% buscaron apoyo en profesionales sanitarios de su centro de salud, todos estos datos recogidos en el estudio ‘Tabaco, otras formas de consumo y confinamiento’, publicado por el propio ministerio dirigido por Carolina Darias. Entre las razones que alegan para no haberlo conseguido, la mayoría (52,7%) lo achacan al estrés producido, en este caso, por el confinamiento, seguido de una falsa percepción de la dificultad del proceso (46,5%) y de la motivación adecuada (alrededor de 3 de cada 10). Además, el 6% alegan que les ha faltado ayuda por parte de su centro de salud.
Desde el Comité Nacional de Prevención del Tabaquismo (CNPT), su presidente, Andrés Zamorano , recuerda a este periódico que esta sustancia produce al menos 69.000 muertos en España , sin olvidar que de los 8 millones de fallecidos en el mundo debido al mismo, 1,2 millones de ellos lo han hecho a causa del humo ambiental, por lo que cualquier medida dedicada a reducir su consumo será más que bienvenida, tanto por asociaciones de pacientes y enfermos como por los propios médicos. «Si en Europa los fumadores rondan el 25% y en España el 30, tenemos que seguir trabajando en reducir el consumo y la exposición al humo », explica Zamorano.
Nuevas medidas
Esta semana ha trascendido un borrador sobre el futuro plan antitabaco, que contempla, entre otras cosas, la prohibición de consumirlo en el coche o en espacios deportivos, y añade también como línea de actuación la elaboración de un protocolo de coordinación de actuaciones entre la Atención Primaria (AP) y las farmacias. Zamorano lidera en su centro de salud la unidad antitabaquismo. Allí, en un programa que suele extenderse durante seis meses, prescribe a sus pacientes los fármicos que han probado su eficacia en el proceso. «Lo que hay que hacer es impulsar la formación de los profesionales sanitarios y encontrar hueco para atender a todas esas personas que se acerquen a buscar ayuda, aunque ahora mismo en la AP, ya de por sí saturada, es inasumible», se lamenta.
En esta línea, Juan Antonio Riesco , jefe de la unidad de cesación del Hospital San Pedro de Alcántara (Cáceres), uno de los tres punteros, recuerda que a estas unidades llegan pacientes con enfermedades derivados de otras consultas del hospital. «Más del 80% ya han intentado antes dejar de fumar», cuenta. El tabaquismo es «una enfermedad crónica, adictiva y recurrente», por lo que, cuando estos pasan por su consulta, ya se contempla la posibilidad de la recaída, por lo que en este caso extreman las medidas de seguimiento, como pueden ser las consultas telefónicas. Coincide con Zamorano en la reivindicación de que los fumadores sin patologías puedan acceder también más facilmente a los tratamientos en sus centros de salud y en la necesidad de formar «una auténtica red asistencial».
Desde FENAER, la federación de pacientes alérgicos y con enfermedades respiratorias, su presidente, Mariano Pastor , pide también más medios para reforzar la AP, para que quien «esté decidido» a dejar de fumar, encuentre «verdadero apoyo».
Irantzu Muerza tuvo un paro respiratorio
«Decidí dejarlo por el susto tan grande con un problema de salud»
Un ingreso hospitalario con parada respiratoria incluida cuando tenía 39 años apartó definitivamente a Irantzu del tabaco. «Del susto, decidí dejar de fumar, porque era realmente perjudicial para mi salud», recuerda del episodio vivido hace ahora 3 años y medio. «Pasé dos semanas en el hospital, y cuando salí ya había pasado el mono ahí dentro», relata sobre esos días. Ahora, no quiere «ni ver» el tabaco. «Si por aquel entonces hubieran limitado mucho más los espacios públicos, claro que hubierafumado menos», argumenta. Aunque intentó dejarlo en varias ocasiones antes, «hasta que no tuve el perjuicio en la salud grave, no tomé una decisión tan radical», relata.
Sonia Blázquez lo intentará dejar por segunda vez
«Las pastillas son efectivas si lo tienes claro»
El caso de Sonia es el de aquel otro 60%, el que a pesar de haber estado en tratamiento médico vuelve a recaer. Fumadora de dos paquetes al día desde los 12 años, hace dos que se sometió al tratamiento, pero por problema personal volvió a recaer. «Sí que me arrepiento mucho de mi recaída, y aparte necesito dejarlo porque pienso, ‘¿El tabaco me va a poder?’», se pregunta. Sobre las medidas que funcionarían para apartar a la población de este mal hábito, tiene claro que lo limitaría sobre todo en los lugares de ocio. Junto a su hermana, también fumadora, espera seguir el ejemplo de sus dos sobrinos que también dejaron el tabaco con tratamiento y no volvieron a caer:«Las pastillas son efectivas si lo tienes claro».
Vanesa Loharces recibió dos tratamientos
«Lo intenté dejar muchas veces sola, pero recaía siempre»
«Yo creo que por fumarme un cigarro no pasa nada», se dijo Vanesa cuando llevaba 3 años alejada del tabaco. También una situación personal desencadenó su vuelta a los cigarrillos. «Lo había intentado dejar unas cuantas veces sin nada, y qué va, como mucho duraba una semana o un mes», recuerda de ese momento, cuando volvió a fumar a escondidas de su familia incluso. Después se decidió también por la medicación, y el pasado mes de junio hizo un año desde que fumó por última vez, el plazo con el que los doctores consideran a una persona exfumadora.
Lourdes Pousada, ahora convencida antitabaco
«Se lo prometí a mi padre ante su tumba y nunca más volví a caer»
Cuando Lourdes empezó a fumar, por los años 70, recuerda que estaba considerado «algo chic». Su padre y hermanos, recuerda, eran convencidos antitabaco. Fue cuando su progenitor falleció, hace ya 25 años, cuando prometió dejarlo. «Me costó mucho, no fue nada facil, pero lo conseguí», recuerda. Ahora, debido al Déficit de Alfa-1 con el que está diagnosticada, lleva consigo una botella de oxígeno. «Decidí que tenía que salir a la calle con ella, y si los niños preguntaban por qué la llevaba, decirles:‘Por haber fumado, ni se os ocurra a vosotros hacerlo’», algo que repite también cuando ve a otras personas fumando. Según cuenta, ya no tolera ni el humo ni tampoco el olor que desprende.
Lucas García, trece años con el hábito
«Espero que este, que es mi quinto intento de dejarlo, sea el definitivo»
Han pasado aproximadamente 13 años desde que Lucas García inhaló el humo de un cigarro por primera vez. Desde ese momento, ha intentado dejar de fumar cuatro veces, todas sin éxito. Ahora, tras un diagnóstico de poliglobulia, un exceso de glóbulos rojos más conocido como ‘sangre espesa’, lo tiene decidido. En enero comenzará con Elontril, fármaco utilizado para el tratamiento del tabaquismo, para dejarlo «definitivamente». «Ahora tengo 25 años, no quiero tener 30 y estar tomando anticoagulantes como sintrom, es hora de acabar con este mal hábito», explica. A este joven lo que más le ha impulsado a fumar ha sido la «costumbre» de sus padres fumando en casa, «espero que este quinto intento sea el definitivo, mi última opción sería entrar en una Unidad de Deshabituación Tabáquica». Además, añade que uno de los motivos que le empujarían a dejarlo sería la subida de los precios. «No pagaría los 12 euros que cuesta una cajetilla en Irlanda», concluye.
Ana María Pérez lo dejó por su enfermedad
«Me vi obligada a dejarlo por mi enfermedad»
Ana María lleva 7 años alejada del tabaco, y recuerda lo que «cuesta» dar el primer paso para acabar con la adicción que genera. Ella se vio casi obligada tras ser diagnosticada con EPOC, tras lo que también se apartó de las personas de su entorno que fumaban. Antes de esto, intentó hacerlo muchas otras veces, pero «solo duraba dos o tres meses», luego si se ponía nerviosa o estaba estresada, recaía y «fumaba solo un día, pero un paquete entero». Así estuvo seis meses hasta recaer definitivamente antes de iniciar el tratamiento. «Ya era mi vida o el tabaco, y estaba empeorando de tal manera que se preveía el transplante que finalmente me hicieron», recuerda ahora, para añadir que «el tabaco mata, es real».
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