Los obispos y el nuevo gobierno
Quieren valorar al futuro Ejecutivo por sus hechos
Los obispos quieren valorar al futuro gobierno por sus hechos. Durante unas cuantas horas, esta pasada semana, estuvieron hablando sobre la Iglesia Católica en España ante el nuevo tiempo político. Al margen de actitudes buenistas, que siempre las hay, son conscientes de lo que se decía en los programas electorales del pasado 10N, y de las consecuencias, principalmente, jurídicas, políticas y económicas de algunas de las medidas que están encima de la mesa de Sánchez e Iglesias. También de la evolución reciente de esas formaciones políticas. Y han tenido ya la primera experiencia con las declaraciones de la ministra Célaa en una cuestión tan sensible como la educación.
Es posible que a la incertidumbre la denominen también sobresalto y que, en este momento, sea uno de los grupos sociales con liderazgo civil que con más fuerza se agarran a la Constitución de 1978. Apuestan a fondo por la concordia. Por lo tanto, hay que deducir que estarían encantados con la posibilidad de un gobierno constitucionalista. Pero parece ser que los milagros se dan en otro orden, aunque nunca está de más la paulina oración por quienes nos gobiernan.
En la rueda de prensa posterior a la Asamblea Plenaria, el secretario general, monseñor Luis Argüello, con un ejercicio de contenida retórica y prudencial perspectiva, envió algunos mensajes a quien se siente en la Moncloa.
Los obispos apostarán por la cultura del encuentro. Recordó que cuando los gobiernos socialistas han querido, ha sido posible el diálogo. Con ellos la Iglesia firmó tanto el régimen de los conciertos como la asignación tributaria. Claro está que aquel socialismo no es el mismo de hoy y que ahora está Unidas Podemos, el comunismo reciclado con sus trasnochas ideas sobre la Iglesia católica. Ah, y los independentistas, con aliados en el clero. No es posible que los obispos hayan olvidado quién fue Zapatero.
No se quieren precipitar. Llegará el día en que tengan que remangarse para salvaguardar la libertad de la Iglesia y recordar el contenido del bien común. ¿Con que fuerzas contarán entonces? ¿Realismo político, inteligencia táctica o ingenuidad consentida?
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