Santiago Martín
Los obispos, con las víctimas
Con un lenguaje episcopal, dicen las cosas con suficiente claridad
La Comisión Permanente del Episcopado ha publicado una nota tan clara como episcopal. Es decir, con un lenguaje episcopal -que tiende a ser rico en matices- dicen las cosas con suficiente claridad. Y lo que más claro dicen es que hay que respetar la Constitución española. Esa es la clave de la nota y lo demás no es pompa y circunstancia, pero sí consecuencia.
Porque consecuencia, elemental para un católico y por lo tanto para un obispo, es la llamada al diálogo. O la llamada a no hacer cosas irreversibles -la más irreversible no es la aplicación del artículo 155, sino la pérdida de vidas humanas-.
O la llamada al respeto de las legítimas aspiraciones de los distintos pueblos que componen España. Todo eso -diálogo, rechazo a la violencia y respeto a la pluralidad- es muy importante, pero viene defendido por los obispos dentro del marco establecido por la Constitución. Porque es la Constitución la que garantiza que los derechos se puedan respetar y que las obligaciones se deban cumplir. Sin ello, también sin el cumplimiento de los deberes, lo que queda es la ley de la jungla. Algunos pensarán que lo que queda es el poder del Estado español -supuestamente el más fuerte- contra el del pueblo catalán -supuestamente el más débil-, pero la realidad es muy distinta.
Hasta ahora el Estado -España- se ha limitado a actuar a las órdenes de los jueces y los que han puesto la violencia en la calle -aunque aún no haya habido muertos, sí ha habido violencia- han sido los independentistas. Una violencia dirigida no sólo contra los representantes del Estado -policía y jueces-, sino también contra aquellos catalanes que no quieren dejar de ser españoles y que están sufriendo de todo y tienen miedo de sufrir aún más. Parecería como si éstos no existieran o no importaran, cuando resulta que todas las encuestas dicen que son mayoría.
La minoría violenta se autoproclama víctima, mientras maltrata a la mayoría pacífica. Esa es la verdad y los obispos han estado donde deben: pidiendo que se respete la Constitución y que no haya violencia, lo cual beneficia sobre todo a los débiles, que son los que llevan años sufriendo el acoso de los que se presentan hipócritamente como las víctimas.