«No somos una república bananera»: indignación en Italia por la venta de la única isla de la Liguria
Propiedad durante siglos de la Iglesia católica, refugio de santos y papas, un pequeño paraíso reserva natural, a 1,5 kilómetros de la costa, ha sido comprada por magnate ucraniano por 10 millones de euros
![La isla de la Liguria](https://s2.abcstatics.com/media/sociedad/2020/08/09/isla-k3dF--1248x698@abc.jpg)
Para escándalo de muchos italianos, la única isla de la Liguria , la Gallinara, en el noroeste de Italia, propiedad durante siglos de la Iglesia católica, refugio de santos y papas, un pequeño paraíso reserva natural, a 1,5 kilómetros de la costa, ha sido vendida por las nueve familias propietarias a un magnate ucraniano por 10 millones de euros. La compra la ha realizado una sociedad de Montecarlo, la Galinette, detrás de la cual está Olexandr Boguslayev , 42, un misterioso personaje: es ucraniano residente en el Principado pero con ciudadanía de la isla caribeña de Granada e hijo de Vyacheslav Boguslayev, 81, político e industrial, presidente de Motor Sich, uno de los mayores productores mundiales de motores para aviones, misiles y helicópteros, proveedor histórico de la aviación rusa.
En la época de los romanos, las gallinas salvajes deambulaban por la isla, como escribieron Catone e Varrone («Gallinaria»); de ahí, según los antiguos, el nombre de Gallinara , luego se convirtió en un refugio para los papas y la sede de una abadía muy poderosa. Privatizada en el siglo XIX, refugio de los nazis en el siglo XX, finalmente se hicieron con la propiedad durante más de 40 años nueve ricas familias de Liguria y de Piamonte. Las villas de estas familias, en la cima de la isla, con espléndidas vistas al mar Tirreno, fueron compradas por separado por Boguslayev por un valor, según diversas fuentes, de varios millones de euros. Desde luego, al ricachón ucraniano no le faltan recursos para convertir Gallinara en un refugio de oro, como lo hizo Aristóteles Onassis cuando se compró la isla griega de Skorpios.
La isla de Liguria, en forma de tortuga, es inaccesible para los turistas . Con sus 87 metros de altura máxima, 470 de largo, 450 de ancho, fue refugio de San Martín de Tours, con una vida de ermitaño, en el siglo IV d.C., y del papa Alejandro III al huir de Federico Barbarroja en 1162. Desde entonces, la Gallinara pasó bajo la protección directa del Vaticano y se convirtió en la sede de una poderosa abadía benedictina que, entre los siglos VIII y XIV, tuvo posesiones hasta Provenza y Cataluña. La isla fue luego cedida a las familias y obispos de Albenga, municipio de 24.000 habitantes al que hoy pertenece Gallinara. La isla fue privatizada a mediados del siglo XIX, comprada por un banquero que se autoproclamó «Señor de la Isla». Durante la Segunda Guerra Mundial, se estableció un batallón del ejército alemán. Los nazis cavaron túneles en la isla para guardar armas y explosivos. Un industrial genovés compró Gallinara en 1960 y llevó el agua potable y la electricidad, transformando el único lugar de desembarco entre las rocas en un puerto deportivo.
Perplejidad por la venta
Declarada reserva natural en 1989, la venta de Gallinara ha suscitado infinidad de críticas. El «Corriere», primer periódico en dar la noticia, ha escrito que Italia no debería ser «una república bananera en venta al mejor postor», al tiempo que ha mostrado su perplejidad y se plantea varios interrogantes: «¿Cuántos impuestos pagará el magnate ucraniano-granadino-monegasco al Estado italiano? Por supuesto, hay islas privadas en todo el planeta. Pero suelen ser atolones de difícil acceso. Gallinara es quizás la isla más accesible, para más gente de la que uno pueda imaginar. ¿Nos tolerará el nuevo propietario? ¿O nos hará perforar la lancha neumática?».
Ante la preocupación que ha suscitado la venta, el Estado estudia ahora la posibilidad de parar esa operación, en el caso de que pueda ejercer el derecho de prelación o de tanteo, es decir, la facultad que tiene el Estado para adquirir de forma preferente un bien que forma parte del Patrimonio histórico o cultural. Así se lo ha comunicado el ministro de Bienes Culturales, Dario Franceschini, al alcalde de Albenga, Riccardo Tomatis: «Me ha asegurado -ha dicho el regidor- que el ministerio ya está examinando la operación, por posibles vínculos y restricciones en la venta, así como el derecho de tanteo ».