Navidad, pura paradoja
Cuanto más crece la humanidad, más tiene que renovarse la Iglesia
La Navidad es el tiempo de la paradojas más sublimes. Paradoja, «hecho o expresión aparentemente contrarios a la lógica» (DRAE), la hermana sonriente de la dialéctica, más cariñosa y más realista. El cristianismo ha triunfado gracias a una deslumbrante insolencia. Como decía Chesterton, el nacimiento de un Niño sin hogar se celebra en cada hogar. Dios, esencia y deseo, decide hacerse hombre y lo hace entre los más humildes. Dios, que era la palabra, tuvo que aprender nuestra lengua para que nosotros podamos hablar la de él. Como diría Pascal, «para quien quiere ver, hay luz suficiente; para quien no, siempre hay bastante oscuridad».
No conviene que disfracemos la Navidad, como no conviene disfrazar a la Iglesia santa y llena de pecadores. Cuanto más crece la humanidad, más tiene que renovarse la Iglesia. La persona es una paradoja viviente y la encarnación es la Paradoja suprema. A través de la constatación de las paradojas nos introducimos en el misterio. La fe es la victoria a través de la derrota. Lo que es imposible para los hombres es posible para Dios, dice la Escritura. Cuando soy débil, entonces soy fuerte, añade Pablo de Tarso.
El escritor chileno Rafael Gumucio, en su provocador y clasificado para adultos «Por qué soy católico», escribe: «De profundis es el título con el que un preso por sodomía intenta explicar la pérfida traición de su amado Bossie. Oscar Wilde, que en la cárcel intentó convertirse al catolicismo, la única fe que no solo podía perdonarlo sino también comprender su pasión, el ser víctima de un amor que no se atreve a decir su nombre, el frenesí infinito del sacrificio hasta la borrachera, hasta el esplendor, hasta la soledad más total de Cristo en su agonía, como estaba agonizando él por el amor a los amigos. Wilde sabía que eso que lo hacía imperdonable para la Iglesia era precisamente lo que lo santificaba: haber amado más allá de los límites y posibilidades de su espacio y su tiempo». La vida en el amor es el triunfo de la paradoja. Feliz Navidad a los lectores de esta paradójica columna.