Hughes

La narrativa de la mendicidad

El piriodismo debería mirar papeles, cosas certificadas, alguna evidencia. No hay que ir a Harvard para esto

En Cádiz, cerca de la Catedral, pedía siempre una señora doblada como una alcayata. Su cuerpo formaba un ángulo de 90 grados. Al final del día cogía el tren y bajaba en San Fernando, donde llevaba una vida de persona erecta.

En el mundo de la mendicidad y el timo, esto es normal. Por ejemplo, en esos carteles incomprobables que nunca creemos: "Estoy sin trabajo y tengo doce hijos y tres suegras. Ayúdeme". Tendemos a desconfiar.

Pues lo del padre de Nadia es eso, pero con periodistas contando la historia ("historia", infecto término de la profesión, algo entre la noticia y el reportaje). La diferencia entre el padre de Nadia y el letrero de un mendigo es de sofisticación narrativa. El problema fue que el periodismo (el piriodismo) creyera al padre de Nadia, y que luego el público creyera al periodismo.

Había que tener ganas. El padre se hacía llamar Drake, hablaba de una cura de "tres agujeros en la nuca" y buscaba a un especialista en una cueva de Afganistán. (Es curioso cómo hemos desterrado de nuestra vida el milagro, pero cómo lo milagrero sigue vivo bajo formas inverosímiles).

El piriodismo debería mirar papeles, cosas certificadas, alguna evidencia. No hay que ir a Harvard para esto. Es lo que se hace cuando está en juego el dinero (¿y qué otra cosa es la información?). Y el lector debería aprender a protegerse del periodista que en sus textos mete a su niño y a su madre, y escribe llorando como Lord Byron. El señor que diga natillas de besos, alfajores de sonrisas y trufe sus textos con estampitas de su hijita nos está entrando por otro conducto. Hay que inventar el glucómetro literario.

¿Quiénes nos cuentan que tienen niños? ¡Los mendigos! ¡Los que nos quieren sacar la pasta!

Los buscatullidos, los narcisistas dickensianos, los del timo del piriodismo social, los ternuristas sin glándulas del pudor, los estrujalagrimales, ni siquiera ellos son el problema. Al fin y al cabo, son profesionales expertos que dan al lector lo que quiere. Mayormente, porno llorón: niños, siempre niños, muriéndose de formas rarísimas. Porque siempre hay un niño. Aquí o en Alepo. Una Marisol del dolor.

Deslizándonos bucle abajo, el responsable último es el "consumidor". Es decir, la gente. Agh.

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación