Tamara peina a Rebca en Oculto Hair Club MAYA BALANYA

Josefina G. Stegmann y Cris de Quiroga

Se suponía que ayer sería un día memorable para marcar en el calendario, dentro de las terribles circunstancias que vive España, con casi 220.000 contagiados y más de 25.000 muertos por coronavirus . Ayer se abrían las puertas de establecimientos y locales comerciales minoristas, así como de actividades de servicios profesionales suspendidos con la declaración del estado de alarma. Pero no hubo tanta euforia en las calles.

La orden del Gobierno que establecía las medidas a seguir (sobre todo de protección, higiene y prevención de riesgos) llegó tarde, tan solo 24 horas antes de que los comercios pudieran funcionar.

Muchas peluquerías lo tuvieron que hacer por su cuenta. Es el caso de la peluquería de Fran Amaro, situada en la calle López de Aranda, que consiguió abrir con ayuda de las guías preparadas por la Asociación de Peluqueros y de L’Oreal. Esta última firma la elaboró en función a lo dictado por la Asociación Nacional de Perfumería y Cosmética (Stanpa). « El Gobierno dijo que se podía abrir con las medidas de seguridad, ¿pero cuáles? », se preguntaba Amaro, que atendió a Josefina con mascarilla y pantalla, al tiempo que mantenía una pelea con el vaho generado por su respiración.

La falta de margen para abastecerse que dio el Gobierno hizo que muchas peluquerías no pudieran abrir y que sus dueños se presentaran al alba en un enorme comercio de provisión de productos de peluquería, Rubio Profesional, situado en un polígono de Alcorcón. Allí se formaron ayer colas de, al menos, dos kilómetros. « He venido de San Martín de la Vega, he hecho unos 30 kilómetros para comprar y sigo esperando », contaba una peluquera. «Éramos tantos que vino la policía a pedirnos que mantuviéramos las distancias», contaba Rocío.

Las caras de preocupación eran indisimulables; tampoco podían esconder su desazón por no poder abrir, por tener que esperar durante horas para hacerse con material. Incluso hubo alguna discusión con los dueños del establecimiento porque no los dejaban pasar al baño. A ABC tampoco se le permitió el ingreso y no especificaron a cuánta gente habían atendido durante toda la mañana.

Un peluquero maldecía porque tampoco tenía garantías de que pudiera llevarse algo. « Nos dan una caja de guantes, dos paquetes de toallas y tres capas desechables por persona ».

Una mujer se lleva productos de un centro proveedor de productos de peluquería tras hacer una cola kilométrica MAYA BALANYA

Más allá de las peluquerías, otros pequeños establecimientos abrieron ayer sus puertas. No obstante, no fue una apertura en tropel, y los pocos que se han reincorporado lo han hecho desorientados y bajo mínimos. « Nadie nos ha dicho cómo tenemos que hacerlo, hemos comprado todo por nuestra cuenta. Nos protegimos como pudimos », contaba a ABC Francisco, uno de los dos empleados que han podido mantener su trabajo en un negocio de fontanería. Además de atender urgencias, como han seguido haciendo durante el confinamiento, han abierto otra vez su pequeña tienda, aunque con poco movimiento. «La semana que viene pondremos mamparas y cintas para la distancia de seguridad», aseguró, protegido con guantes y una mascarilla rígida, tras el mostrador, donde descansa un bote de gel hidroalcóholico para los escasos visitantes.

«Tenemos pánico»

«Tenemos todos pánico», declaró Noemí, mientras ponía a punto su salón de estética en el barrio madrileño de Acacias. Protegida con una mascarilla, desinfectaba las mesas, comprobaba las nuevas mamparas que adornaban el local y cubría con «film» transparente las sillas. También compró un purificador de aire con ozono, por 65 euros. «Tengo las tardes llenas, con cinco personas. Las típicas clientas de barrio que no pueden más con las uñas largas», explicaba. Noemí ha tenido que mantener el ERTE a sus dos empleadas, y ahora está sola al frente de su negocio de manicura y pedicura , que también es una academia de formación, aunque todavía no puede explotarlo de esa forma. Prevé que tendrá pocos ingresos, pero el buen arranque que tuvo el pasado noviembre le permitirá aguantar «un tiempo» con sus ahorros. «La casera nos ha dejado el alquiler a 200 euros (antes pagaba 576 euros) hasta que acabe la cuarentena», agradece.

No corría la misma suerte Amaro, quien tuvo que pagar religiosamente el alquiler, así como los seguros sociales y el IVA (el sector reclamó ayer que se baje al 10 por ciento). « No ingresamos, pero seguimos pagando », lamentaba este peluquero, que calcula haber perdido unos 45.000 euros de facturación. Su primera clienta estaba contenta, porque echaba de menos poder cuidarse. Había pasado antes por el hospital porque su marido tiene problemas inmunológicos, se duchó y se presentó, puntual, a las diez en punto en la peluquería. «Veo algo de luz, de esperanza, poco a poco se van abriendo los comercios; me da hasta envidia porque yo trabajo en una agencia de viajes y esto está muerto».

Noemía prepara su salón de manicura y pedicura GUILLERMO NAVARRO

Despidos para sobrevivir

Otra «valiente» que decidió abrir fue Isabel, al frente de una clínica de fisioterapia desde hace 16 años. Pide que se dejen los zapatos en la entrada. Si bien es un servicio esencial, ella cerró tras el decreto del estado de alarma , hasta el pasado viernes, cuando se puso en marcha de nuevo. « Hay muchos menos clientes; el día más completo es mañana y tengo cuatro personas », decía, tras su mascarilla. Reconoce, eso sí, que es una «gran afortunada». «El local es de mi madre y no lo tengo que pagar. Tengo muchos amigos que van a cerrar». Como muchos otros, ha abierto con la plantilla reducida. «Tuve que despedir a una chica porque no me aceptaban el ERTE y la otra (autónoma) ha dejado de venir», contaba. Es cierto que no necesita más manos para la escasa afluencia; no obstante, «el problema es el tiempo entre cliente y cliente», señalaba. Isabel implantó un estricto protocolo de seguridad para evitar contagios, siguiendo las recomendaciones -«las únicas» que ha recibido- del Colegio Profesional de Fisioterapeutas de Madrid.

Mascarillas 3D

Centros de depilación y consultas dentales no se han atrevido a abrir. «Lamentamos mucho comunicarles que permaneceremos cerrados hasta que se solucione el desabastecimiento de productos sanitarios», se podía leer en el escaparate de una clínica dental. «Cada uno irá por libre y hará lo que buenamente pueda», opinaba Sheila, tras la verja de su peluquería, que prefiere mantener así hasta el próximo 11 de abril, aunque ya está apuntando las citas.

Pero no todos estaban desanimados. En Oculto Hair Club, Tamara aseguró que pese a que le costó dormir se levantó con ganas. «Me sentí con los nervios del niño que se enfrenta al primer día de clase tras las vacaciones». Uno de los dueños, Elías Pedrosa, y sus socios fabricaron, incluso, sus propias mascarillas, muchas de ellas usadas en hospitales, según el peluquero. « Nos las han hecho con una impresora 3D », relataba mientras enseñaba el material, que nada de parecido tenía a una mascarilla convencional: de plástico, con rendijas en el centro y de un azul y negro eléctrico. «Queríamos algo más pro», contaba.

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