Margarita Salas
Una muerte prematura
Tenía muchos sueños que cumplir, y como asturiana, uno de los más importantes para ella era ser merecedora del Premio Princesa de Asturias
Cuando alguien se va para siempre te das cuenta de lo mucho que forma parte de tu vida, y de lo mucho que se va de tu vida con ella, es mi caso con Margarita Salas.
Mi recuerdo más antiguo de Margarita se remonta al Madrid de los años ochenta, un día de verano en que decidí dar el paso adelante e intentar entrar a trabajar en el Centro de Biologia Molecular del CSIC en Madrid. Yo aún no había terminado la carrera de Biología en Valencia pero tenia ganas de «probar la ciencia». Un profesor de Biología Molecular de la Universidad Autónoma de Madrid, José Miguel Hermoso, me dijo que el mejor grupo de Biología Molecular de España era el que dirigía Margarita Salas . José Miguel nos presentó, y en poco menos de una hora, Margarita me había admitido en su equipo para trabajar como aprendiz mientras terminaba cuarto y quinto de carrera. Ese día, de la mano de Margarita, inicié mi aventura como científica. Aquel día de verano Margarita me pregunto muy pocas cosas, una de ellas fue si tenía pensado irme a los EE.UU. cuando terminara la tesis, instintivamente le respondí que sí. Y la otra era si me gustaba «trabajar con las manos» (se refería a trabajar en el laboratorio con pipetas, proteínas, etc). No hace falta mucho más para ser científico: hay tener ganas de trabajar duro en el laboratorio, y hay que tener la determinación de seguir tu pasión por la investigación allá donde ésta te lleve.
Mi caso no es único, es lo que suele pasar con tantos y tantos estudiantes que quieren ser científicos y científicas. Pero Margarita era especial. Ella trajo a nuestro país la manera de hacer investigación que tenían los mejores laboratorios de EE.UU., como el laboratorio de Severo Ochoa en Nueva York donde ella se especializó en Biología Molecular, y con ello modernizó la ciencia española. En su laboratorio, Margarita formo a varias generaciones de científicos que a su vez, hemos seguido su estela y generado nuevos grupos de investigación con un efecto amplificador. Por eso, la ciencia de nuestro país no sería la misma, y no será la misma, sin Margarita. Margarita era especial porque tuvo que luchar contra la idea de que las mujeres no valían para la investigación, y por eso Margarita ha sido un modelo para tantas mujeres que han decidido «dar el paso adelante» y liderar sus propios grupos de investigación.
Margarita era especial porque a los 80 años tenia un grupo de investigación y seguía formando estudiantes y publicando trabajos científicos. Margarita era especial porque defendía con firmeza la investigación básica, aquella que estudia los procesos fundamentales, porque cualquier investigación con el tiempo siempre podrá dar lugar a aplicaciones importantes. Ella lo demostró con una patente es de las que más beneficios ha generado al CSIC.
La muerte de Margarita es prematura. Aún tenía muchas cosas por descubrir y muchos sueños que cumplir, y como asturiana, uno de los más importantes para ella era ser merecedora del Premio Princesa de Asturias.
(*) María Blasco es la directora del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO)
Noticias relacionadas