El misionero que con 80 años aprendió portugués para seguir luchando por los más débiles
El pasado 7 de mayo falleció monseñor Gonzalo López Marañón, víctima de una enfermedad tropical. El obispo burgalés trabajó sobre el terreno durante casi cincuenta años, primero en Ecuador y luego en Angola
Este pasado 7 de mayo falleció en Luena (Angola) monseñor Gonzalo López Marañón , víctima de una enfermedad tropical. Este sacerdote burgalés dedicó casi cinco décadas de su vida a luchar por los más desfavorecidos como misionero, primero en la selva de Ecuador y posteriormente en Angola. Tras difundirse la noticia de su muerte, miles de personas acudieron a despedir a «su padrecito» en la parroquia ecuatoriana del Divino Niño en el cantón Lago Agrio.
López Marañón dirigió la iglesia de San Miguel de Sucumbíos durante cuarenta años, sita en una de las zonas más conflictivas del mundo, en la frontera de Ecuador con Colombia y Perú, una tierra olvidada por el Estado (salvo por su interés turístico y petrolífero). Su pastoral se caracterizó por la pelea continua por los más débiles: refugiados colombianos, negros, indígenas y mujeres. Cumplido su servicio en Ecuador en 2011, este carmelita descalzo no se retiró y se marchó como misionero a Angola. Pero la historia, para no variar, es mucho más compleja.
A final de su etapa en Ecuador, el sacerdote español recibió una carta proveniente del Vaticano en la que le apartaban de su cargo. Después del nombramiento del Papa Francisco , López Marañón consideró que era importante contarle su versión de lo sucedido. Así, tenaz como siempre, consiguió que Francisco lo recibiera y escuchara su historia. Tras ello, el Papa se acercó a Gonzalo, le puso la mano sobre la cabeza y le pidió que no cesara su lucha: «Tienes que seguir dando guerra por el mundo» . Decidido a continuar su misión, el sacerdote español se fue a Angola. A sus ochenta años necesitaba aprender portugués...
¿Se siente buena persona? «Me siento un rebelde. Es difícil que se pueda doblegar mi voluntad», respondió el religioso, que cuando era pequeño ganó un concurso por aprenderse el catecismo. El premio eran cinco pesetas. Hasta que sus padres no averiguaron que eso era cierto no le cogieron el dinero. Y como de casta le viene al galgo, la cualidad que López Marañón más admiró fue la honradez. Y a Jesús, a Gandhi y al Quijote. En Sucumbíos creó una federación de mujeres para que se lucharan contra el maltrato, un colegio para indígenas... Se le recuerda mucho también por la huelga de hambre (que él llamaba ayuno) realizada en 1996 junto a más religiosos para exigir la liberación de los once del Putumayo, cuya prisión consideraban injusta. López Marañón avisó a sus compañeros que tenían que estar dispuestos a llegar a las últimas consecuencias con esta acción...
El presidente de Ecuador, Rafael Correa , quiso vía Twitter despedirse también del misionero: «Ha fallecido en África monseñor Gonzalo López Marañón, quien trabajó cuarenta años en Sucumbíos y fue obispo de la provincia, siempre al lado de los más pobres. Nuestro cariño y gratitud por todo el trabajo que dejó en Ecuador, al que consideró su segunda patria ». En 2011, el mandatario le impuso la condecoración de la Orden Nacional al Mérito con el grado de Caballero por su labor.
En la etapa angoleña, el obispo era feliz «alejado de la hipocresia y el engaño que tienen comido al mundo» . En una última carta, López Marañón escribió: «Tengo la sensación de que podré darme a lo que no se lleva el viento y centrarme en lo que creo hasta el final». Así fue.