Los militares que luchan por evitar que la isla de La Palma se 'envenene' con los gases del volcán

ABC acompaña a un equipo de la Unidad Militar de Emergencias encargado de detectar, con potentes equipos, la emisión de gases del volcán, como azufre o fósforo

José Bringas | Vídeo: José Bringas

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El cabo primero Maqueda explica su trabajo en La Palma con si estuvera perdiendo su voz, algo nasal. Puede ser el cansancio, también el hecho de que está totalmente 'blindado' -mascarilla con válvula y gafas- y rodeado de mucho sonido externo: el de las explosiones que, de vez en cuando, provoca el volcán y el del gigante vehículo rojo de la Unidad Militar de Emergencias (UME) en el que trabaja, y que se encuentra en una pequeña zona acordonada en Tajuya, el lugar donde locales, turistas, periodistas y todo el equipo de emergencias se reúne para ver el volcán (y trabajar).

El coche le permite a Maqueda poca movilidad : los asientos están, prácticamente, pegados a tres pantallas contiguas, un teléfono de los de toda la vida y dos teclados envueltos en papel film.

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Maqueda trabaja junto con un equipo de casi 20 militares que pertenecen al Grupo de Intervención en Emergencias Tecnológicas y Medioambientales (Gietma) de la UME . Lo que hacen, nada más y nada menos, es monitorizar los gases del volcán para evitar que la isla sea envenenada por ese monstruo de Cumbre Vieja al que todavía le buscan un nombre. «Usamos un medidor de gases a distancia que se llama Rapid», explica Maqueda. El Rapid es un aparato que está sobre el vehículo y gira de forma permanente (como una especie de hélice) arrojando información constante sobre los gases que salen el volcán.

Un medidor llamado Rapid

«Es capaz de medir a 5 kilómetros una nube de gas de una librería (lista) de gases que figuran en nuestras pantallas, y además de detectarla te dice adónde va. Así, cuando el Rapid detecta una nube de gas -por ejemplo, en una fábrica-, la sigue y esos datos llegan a los superiores de Maqueda que, con ayuda de datos meteorológicos (como la dirección del viento), les permiten informar y tomar todo tipo de decisiones; por ejemplo, avisar a la población de que se quede en casa . «Cuando Maqueda envía el documento, yo hago un informe con la valoración de las lecturas y se lo mando a la dirección técnica de emergencias, la encargada de tomar las decisiones», explica el subteniente Roncero , con nueve años de experiencia en la UME. «Eso sí, este proceso se hace de forma permanente pero en caso de que haya una emergencia que no puede esperar se activa todo rápidamente », añade. Este militar destaca que, aparte de que el volcán está bien vigilado, e l viento se lleva los gases ; es decir, «no hay una boina que deja todo concentrado como en Madrid», ejemplifica.

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En la «librería» de gases del Rapid los hay de todo tipo según el lugar en el que se esté. Podrían ser productos tóxicos industriales o agentes de guerra, si fuera el caso. En el caso del volcán de La Palma se busca dióxido de azufre (de hecho, cada equis minutos salta una pequeña ‘alertilla’ de su presencia), fósforo, amoníaco... Maqueda y el equipo se encuentran a tres kilómetros y medio del cono del volcán, con lo cual el aparato registra perfectamente lo que emana de él. « El Rapid permite, aparte del cono, una medición de 360 grados, por lo que también nos proporciona información sobre las coladas », explica Maqueda.

También contra el Covid

También es importante controlar el recorrido de estas mismas coladas, «porque el viento que baja por ellas quema productos fertilizantes de las plataneras y puede ser peligroso; por eso también los detectamos». Ahora, « el viento es un aliado », pero podría convertirse en un enemigo si cambiase de dirección». Otra de las pantallas que tiene Maqueda sirve para buscar gases radiactivos como el radón, que se produce por la desintegración radiactiva natural del uranio presente en suelos y rocas.

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Maqueda, nacido en Tarragona pero residente en Madrid, lleva dos años trabajando en el Gietma, donde se hizo ‘experto en gases’. «Estar en el volcán no ha sido lo peor que he vivido; el Gietma fue la punta de lanza de la lucha contra el Covid , sus miembros se encargaron de desinfectar las conocidas (y mejor olvidables) ‘habitaciones rojas’. Pero lo peor no era eso, sino cuando a la UME se le encomendó recoger cadáveres. «Intenté desvincularme lo personal del trabajo pero entrabas, veías a un abuelo, a Antonio, lo saludaba, yo con mi equipo amarillo, y al día siguiente Antonio ya no estaba...», dice Maqueda, con un hilo de voz, este sí por la emoción.

En el caso del volcán, Maqueda dice que no quiere ni pensar en cuál puede ser el peor escenario. «Yo c uando entro en zona lo hago con mi máscara y mi EPI , pero no pienso en que vaya a pasar algo», relata.

Antes del Gietma, Maqueda estuvo en la Brigada Paracaidista del Ejército de Tierra durante 20 años. Antes, pasó otros seis en Artillería en la base militar El Goloso.

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