Miles de incendios vuelven a azotar la Amazonía brasileña
El número de fuegos subió un 28% en julio, en comparación al mismo mes de 2019, que ya había sido el peor de la historia
La Amazonía brasileña, correspondiente al 60% de esa selva, vive este 2020 uno de sus peores momentos históricos con altos índices de deforestación e incendios. El Gobierno de Jair Bolsonaro viene siendo presionado por multinacionales, organizaciones e inversionistas internacionales que amenazan parar de hacer negocios con Brasil, mientras no haya garantías de esfuerzos en la protección de ese territorio que está siendo devastado.
El número de incendios forestales en la Amazonía brasileña subió un 28 por ciento en julio , en comparación al mismo mes de 2019, que ya había sido el peor de la historia. Según datos del Instituto Nacional de Pesquisas Espaciales (INPE), fueron registrados 6.803 incendios en la región amazónica en julio de este año, frente a los 5.318 registrados en el mismo período del 2019.
Apenas en un día, el 30 de julio, se registraron más de 1.000 incendios, el peor índice diario desde el 2005, según un análisis realizado por la ONG ambientalista Greenpeace Brasil, que también apunta que el 77 por ciento de esos fuegos ocurrió en tierras indígenas. A la proliferación de fuegos causada por agricultores y ganaderos para «limpiar» tierras, se suman otras actividades ilegales de minería y el narcotráfico.
El vicepresidente, el general Hamilton Mourão ha abierto el diálogo con las entidades y se ha comprometido a mejorar los índices, garantizando una tregua. En entrevistas, el general, que preside el Consejo Nacional de la Amazonía, ha informado que equipos de bomberos y brigadistas entrenados « están intensificando su trabajo de acompañamiento para detener los focos de incendios que aparezcan».
Una de las preocupaciones, además de las ambientales, es que el humo de los incendios afecte la salud de los brasileños en un momento en que el país enfrenta una emergencia sanitaria con el Covid-19, llegando a casi 100 mil muertes. El año pasado, el humo de los incendios amazónicos sorprendió al llegar a puntos alejados del país, inclusive a la ciudad de São Paulo, que llegó a oscurecer en pleno día.
«Todos los años, cuando llega el periodo de sequía, en el verano amazónico, el riesgo aumenta porque el clima y la vegetación quedan más secos, con pocas nubes y casi ninguna lluvia. Estos factores naturales favorecen la aparición de focos de incendio», declaró Mourão en entrevista a la Radio Nacional, admitiendo también «la cultura del fuego», en que hacendados, ganaderos y campesinos, queman las selvas para ganar pastos, un crimen ambiental que el Gobierno no ha conseguido controlar.
El presidente Bolsonaro, un negacionista del cambio climático, ha sido acusado de debilitar las organizaciones públicas que protegen el área, cortando fondos y despidiendo de sus cargos a ambientalistas, empleados de carrera y respetados científicos. Bajo presión, su Gobierno emitió una moratoria que prohíbe usar fuego en áreas rurales durante 120 días, en cualquier parte del país, pero hay dudas sobre si podrá fiscalizar con organizaciones públicas abandonadas y bajo el cuidado de tropas del ejército.
«La moratoria, que prohíbe los incendios en el papel, no funciona si no hay también una respuesta en el campo, con más fiscalizaciones. Después de todo, el delincuente no suele cumplir las leyes», explicó el vocero del Greenpeace, Rómulo Batista.