Miedo al fin de la mascarilla: «Solo me fío de mí mismo»
Los expertos discrepan sobre si es el momento adecuado y piden mejorar el sistema de monitoreo para vulnerables. El Gobierno aprueba hoy el real decreto por el que la prenda solo se exigirá en transporte y centros sociosanitarios
La mascarilla será obligatoria en las cárceles solo para los trabajadores
¿Dónde habrá que seguir llevándola? ¿Qué pasará en mi trabajo?
Han pasado ya 698 días desde que el Gobierno impuso la mascarilla obligatoria el pasado 21 de mayo de 2020 en todos los espacios, y hoy, tras la aprobación de un real decreto en el Consejo de Ministros, dejará de exigirse salvo en determinadas excepciones, tales como el transporte público o en centros sanitarios asistenciales. Pero la retirada de la prenda estrella y la entrada en una nueva fase de la pandemia después de casi dos años sigue dividiendo en la calle a los ciudadanos.
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Esta medida es uno de los últimos pasos hacia la ‘gripalización’ del virus por la que se dejó hace ya unas semanas de hacer un seguimiento estricto de los contagios y se eliminaron las cuarentenas obligatorias, y aún a día de hoy hay a quienes les parece precipitada. Es el caso de María Ángeles, guía de turismo de la Comunidad de Madrid. Habitualmente trabaja en el Museo del Prado, y aunque espera a sus clientes al aire libre, tampoco en ese contexto se quita el cubrebocas: «Hasta que no se aclare la situación de si se erradica por completo el Covid o no, la utilizaré».
Como ella, Rocío y Luisa, dos amigas que se encuentran de visita en el museo, tampoco han pasado la enfermedad. «A mí me parece todo muy cercano a la Semana Santa», justifica una de ellas, que cree que se debería haber esperado «hasta mayo... o así». Otro de los guías del museo tiene claro que no se desprenderá de ella, pero su motivo, más que sanitario, tiene que ver con la desconfianza hacia los demás. «Yo sé lo que yo he estado haciendo, pero no lo que ha hecho quien está a mi lado, y no me voy a fiar nunca», cuenta mientras espera a turistas para hacer la visita.
Si algo ha incrementado la pandemia es la desconfianza y el miedo. «Antes, si alguien tosía a nuestro lado no pasaba nada; ahora, si alguien lo hace nos desagrada e incomoda», señala Joan Piñol, director de la Fundación Salud y Persona. Para este psicólogo, durante la pandemia la colectividad se ha situado por encima de la individualidad, y cumplir las medidas era una cuestión de «respeto hacia los demás», no un acto de generosidad. Desde mañana, cuando entre en vigor la nueva norma en el BOE, Piñol confía en que se pueda «volver a una cierta normalidad mentalmente», ya que el coronavirus ha disparado notablemente la hipocondría.
«Los jóvenes han utilizado la máscara como un escudo de protección ante sus inseguridades»
La mascarilla no solo ejercía de barrera contra el virus, sino que también ayudaba psicológicamente a afrontar la pandemia. «Por eso hay gente que aún no se siente preparada para exponerse a la posibilidad de contagiarse en interiores. Hay muchas más personas de las que creemos que sienten angustia, ansiedad o miedo al contagio y que se sentirán mucho más desprotegidas al ver que a su alrededor la gente no la seguirá utilizando», explica a ABC Carmen Rodríguez, directora del área de Intervención Psicológica de Affor Health. Mención aparte merecen aquellos jóvenes que pasan por consultas como la suya y que sufren el llamado ‘síndrome de la cara descubierta’: «Se han sentido protegidos, mostrándose públicamente detrás de la máscara y ahora están angustiados porque para ellos era un escudo de protección».
Sin desescalada
A la espera de que su empresa aterrice y decida sobre la aplicación del decreto tras su publicación en el BOE, a título individual José, vigilante de seguridad en una oficina de Hacienda, no está preocupado. En su caso, a las puertas del edificio «hay buena ventilación», aunque si se tratara de un lugar más cerrado sí que se la pondría al estar «en contacto directo con la gente», afirma.
En los lugares de culto como las iglesias tampoco será necesario seguir tapándose la boca. María José , que se encontraba ayer visitando el templo de San Jerónimo el Real de la capital se pregunta: «Después de llevarla durante tanto tiempo, ¿por qué quitárnosla de repente?». Lo que tiene, dice, no es miedo, sino querencia por la «prevención hacia los demás». «Yo voy a visitar a mi madre a una residencia y quién te dice que allí no se coja algo, porque son los más vulnerables», justifica.
Para Juan Jesús Gestal, profesor emérito de Medicina Preventiva y Salud Pública de la Universidad de Santiago de Compostela (USC), la decisión «no es nada prematura», ya que otros países del entorno dieron antes este paso, pero incide en que hay que «mantener y mejorar» medidas como la ventilación de los espacios interiores.
En esa línea, Estanislao Nistal , virólogo y profesor de Microbiología de la Universidad CEU-San Pablo, opina que este es un paso «que tarde o temprano había que afrontar». Pero este experto difiere en la forma en que se aplicará: «Quizá se podría haber empezado con distintos grupos de edad, o por el colegio para no hacerlo de manera brusca». De hecho, los primeros en despojarse de la mascarilla desde hoy mismo serán los niños que se reincorporen a los colegios e institutos catalanes tras las vacaciones. Levantar la obligatoriedad de utilizar la protección significará en la práctica «ampliar las situaciones de contagio», aunque, para Nistal, el «bagaje inmunológico» proporcionado tanto por las vacunas como por los contagios permitirá «controlar el impacto».
Joan Carles March , profesor de la Escuela Andaluza de Salud Pública, recuerda que «acaba de pasar la Semana Santa y las concentraciones de gente han favorecido el incremento del número de casos». Lo ideal -coincide con Nistal- hubiera sido en estos momentos «empezar por los escolares en las aulas para valorar la incidencia acumulada en estos grupos de edad» y semanas más tarde tomar la decisión final. En un contexto como el actual, con la incidencia acumulada aún «muy alta» y un repunte de casos, lo idóneo para este experto hubiera sido esperar.
«Hemos visto que las cifras han aumentado. En Cantabria pasamos de 31 a 56 hospitalizados», dice Marcos López Hoyos , presidente de la Sociedad Española de Inmunología. Para este médico es «lógico» que en los próximos días se produzca un aumento de casos, pero pone en valor la relajación de las medidas debido al cansancio de la población después de dos años. «Lo que hay que repetir es que el virus no se ha ido y que la mascarilla no solo sirve para no infectarnos del Covid», desmenuza.