Menorca, cuando cancelar las fiestas no sirve de nada
Ciudadella se quedó por segundo año seguido sin los populares festejos de Sant Joan pero los macrobotellones junto al puerto han provocado que la isla pase de estar casi libre de Covid-19 a tener una incidencia disparada
Menorca no tuvo Sant Joan, pero no le ha servido de nada . Después de cancelar por segundo año consecutivo sus fiestas más populares «para no poner en peligro la temporada turística», la isla ve cómo en apenas tres semanas ha pasado de ser un territorio casi libre de Covid a sufrir un megabrote. De nada sirvió que los caballos no saliesen a la calle o que la banda no entonase su música porque los botellones en la zona de Es Pla, junto al puerto de Ciutadella, han dejado tras de sí un reguero de contagios que supera el peor momento de la tercera ola en enero.
Todo arrancó en abril, cuando el Ayuntamiento de Ciutadella decidió cancelar por segundo año seguido las fiestas de Sant Joan . Para esta localidad menorquina quedarse sin su celebración más popular es un varapalo enorme, tanto en el aspecto económico como en el anímico, dado el importante arraigo de los festejos entre la población local. La nueva suspensión, apoyada por todos los grupos parlamentarios, se vinculaba a la «desescalada lenta y prudente» que prefería el Govern balear «para no poner en peligro la temporada turística», según explicó la alcaldesa de Ciutadella, Joana Gomila.
Llegó Sant Joan y Menorca era un territorio casi libre de Covid . Solo registraba 40 casos por cada 100.000 habitantes, era de los pocos territorios que había entrado en la nueva normalidad y la incidencia entre los mayores de 65 años era nula. Los caballos se quedaron en casa: no levantaron sus patas delanteras en los espectaculares caragols ni compitieron al modo medieval en los Jocs des Pla. Pero centenares de jóvenes –y no tan jóvenes- mallorquines y catalanes tomaron el barco hasta Ciutadella para celebrar su peculiar Sant Joan: no hubo caballos ni banda, pero sí botellones y música en el teléfono. Se calcula que cada año, en junio, desembarcan en Ciutadella unas 30.000 personas . Este año fueron menos, pero las suficientes para organizar en la explanada junto al puerto macrobotellones que han convertido a la localidad en el epicentro de un gran brote por toda la isla.
La foto es hoy bien distinta a la que había el 23 de junio, víspera de Sant Joan: Menorca tiene una incidencia acumulada a 14 días disparada por encima de mil casos por 100.000 habitantes, por encima de la media de Baleares (el viernes pasado, 784,69 ). Ahora bien, el megabrote de Sant Joan ha empezado a remitir.
La alcaldesa de Ciutadella reconoció en un pleno extraordinario que no fue capaz de prever la magnitud de los botellones y aseguró que Puertos de Baleares no le informó de la llegada masiva de mallorquines. «La fiesta del botellón es algo global que ha venido para quedarse», aseguró en declaraciones al diario Menorca Joana Gomila, que negó que la solución fuese cerrar Es Pla porque «la gente se iría a otro sitio».
El repunte de contagios en la isla ha obligado además a miles de menorquines a cumplir cuarentena en sus casas por haber dado positivo o haber sido contacto estrecho de uno. Esto ha supuesto un f reno a la recuperación económica de Menorca porque ha multiplicado las bajas laborales y el cierre de negocios en plena temporada turística, además de colapsar las unidades volantes de atención al Coronavirus (UVAC), demorando las PCR y la comunicación de resultados .
Pese a esta situación, no habrá marcha atrás en la desescalada, ni en Baleares en general ni en Menorca en particular. Después de imponer unas de las restricciones más duras de España , el Govern balear defiende ahora que la incidencia no es tan relevante . «No hay que mirarla igual. Hay muchos contagios pero no necesitan hospitalización», señala la presidenta, Francina Armengol.
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