José Francisco Serrano Oceja
Mártires y víctimas
Hablar de la entrega de la vida por la fe significa que no todo es negociable
Aunque pudiera parecer que monseñor Juan Antonio Martínez Camino , otrora secretario general de la Conferencia Episcopal, es un obispo en pausa, la realidad es muy distinta. Un dato significativo de su fecundo y silente trabajo es la pronta aparición de los dos primeros volúmenes de la colección «Mártires Siglo XX», un proyecto editorial por él dirigido que, entre otros fines, pretende dar cuerpo a una específica teología del martirio del siglo XX. Los dos primeros volúmenes, editados por Encuentro con el patrocinio del Instituto de Estudios Históricos de la Universidad CEU San Pablo, que tiene al profesor Alfonso Bullón de Mendoza a la cabeza, llevan los sugerentes títulos de «Víctimas y mártires. Aproximación histórica y teológica al siglo XX», libro recopilatorio del curso de verano de La Granda, y «Más que el amor. Indicaciones para el martirio que viene», del joven filósofo francés Martin Steffens.
Los cristianos siempre han resultado molestos al mundo. Son signo de contradicción. Ya lo decía la Carta a Diogneto: «Aman a todo el mundo y todo el mundo los persigue». Hablar de mártires y de martirio pone muy nerviosos a muchos de dentro y de fuera de la Iglesia. Quizá porque la coherencia hasta el extremo, en imitación de Cristo, atenta contra el espíritu imperante de chalaneo. El martirio pone en jaque al misterio del mal. Hablar de la entrega de la vida por la fe significa que no todo es negociable. Convendría sospechar por sistema de un cristianismo plano y acomodado, indolente, reducido a un humanismo de plastilina. Un cristianismo, por tanto, que se recrea en los aplausos y oculta el martirio, que no es una mística de resistencia, ni un símbolo de una indigestión del progreso. Una teología del martirio es el mejor antídoto contra el miedo que nos priva del gusto por la vida y del sentido de nuestra vocación. La teología del martirio necesita de un nuevo lenguaje y de una nueva imagen de marca. Como escribe Steffens, «el enemigo nos desafía a saber quiénes somos, a ser lo que somos. Aceptemos el desafío».