Que inventen ellos
A la vista de la decisión de eliminar nombres como los de Santiago Ramón y Cajal, Gregorio Marañón y Juan de la Cierva de los Premios Nacionales de Investigación, solo cabe subrayar la absoluta coherencia de semejante dislate con quienes intentan hace siglos que aquí no quede científico vivo, y a lo que se ve tampoco muerto

A la vista de las noticias que nos llegan sobre la decisión de eliminar nombres como los de Santiago Ramón y Cajal, Gregorio Marañón y Juan de la Cierva de los Premios Nacionales de Investigación, los más prestigiosos otorgados en la ciencia española, ... para la futura edición de 2022, solo cabe subrayar la absoluta coherencia de semejante dislate con quienes intentan hace siglos que aquí no quede científico vivo, y a lo que se ve tampoco muerto. En los tiempos en que Don Santiago Ramón y Cajal salió de Huesca para convertirse en premio Nobel, no existían los algoritmos , pero ninguno hubiera podido prever jamás que lograría la mayor distinción del mundo en su campo de investigación.
Simplemente era imposible. Los españoles se dedicaban, según el esencialismo dominante de los caracteres nacionales, a otras cosas. Servían para otras tareas, dormían la siesta, bailaban hasta el amanecer, eran como niños apasionados o niñatas hipersexuales (Carmen) y por tanto incompatibles con el raciocinio científico. Cuando Don Gregorio Marañón asumió poco después un regeneracionismo humanista, que se preocupó por el bienestar de sus conciudadanos y la modernización de España bajo las fórmulas que le parecieron oportunas, personificó un intento valeroso y a ratos peligroso para su vida de salvar una posibilidad de formar parte de la Europa que representaba los avances de la humanidad.
Ya saben, aquella que cuenta con comunidades científicas sólidas, bien financiadas y estructuradas, que intentan curar las enfermedades, evitar el sufrimiento y conectar los extremos de la tierra. En cuanto a Juan de la Cierva, ingeniero de caminos, canales y puertos, inventor, innovador, inquieto, basta que aparezca en una lista equivocada para que se olvide toda una vida dedicada a la creación de tejido innovador en España, conectado en los años veinte con los polos de innovación tecnológica global.
La presunta liquidación de la épica científica nacional que hay detrás del olvido de estos nombres, en realidad, no solo remite a la negación de nuestro pasado como españoles, que también podemos estar muy orgullosos de técnicos y científicos , sino a su asimilación con otros premios otorgados en la última década a personajes mediocres y resentidos, cuya primera declaración tras cobrar el cheque invariablemente ha consistido en insultar a España, al Rey y a los españoles. A este paso, lo van a lograr. No serviremos ni para poner copas.
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