Lisboa recula y cierra los restaurantes a las 15.30 horas los fines de semana
La capital lusa supera la incidencia de los 400 casos por cada 100.000 habitantes
Mientras España pone fin a la obligatoriedad de la mascarilla en exteriores sin calibrar las consecuencias del avance de la variante delta del coronavirus, el vecino de la península ibérica reconoce que esta cepa india se extiende de manera alarmante y no deja de revertir el desconfinamiento que había iniciado.
La situación sanitaria en Lisboa supera la incidencia de los 400 casos por cada 100.000 habitantes y la respuesta de las instituciones no es otra que seguir reculando tras cerrar el área metropolitana los fines de semana. Solo se puede salir o entrar si se lleva encima un test negativo o el certificado de vacunación.
Y ahora se añade una doble medida restrictiva impopular: los restaurantes deben echar la persiana los sábados y domingos a las 15.30 hora local, al tiempo que los supermercados han de cerrar sus puertas a las 19.00 esos mismos días, con lo cual se formarán amplias colas para pagar antes de que suene la campana.
Las mismas normas rigen para Sesimbra o para uno de los ‘puntos calientes’ del Algarve, esa emblemática ciudad de vacaciones llamada Albufeira.
Se da la circunstancia de que los restaurantes cambian así su rutina, pues los días laborables pueden tener abierto hasta las 22.30 y los supermercados hasta las 21.00. O sea, un maremágnum de horarios que confunde a los portugueses y, sobre todo, les hace mostrar su escepticismo acerca de la supuesta eficacia para el ritmo de contagios.
Resulta que en Portugal las cifras del agravamiento son palpables. Tanto es así que ingresa en el top 5 de países europeos con más casos, algo que está generando innumerables críticas al Ejecutivo socialista.
Así las cosas, el Gobierno liderado por Antonio Costa acaba de anunciar que prevé un empeoramiento del panorama de aquí a un mes debido al veloz índice de transmisión de la variante delta del coronavirus, que llega ya incluso a niveles superiores a los de la cepa británica. El problema es que ese repunte parece dar al traste con los planes de desconfinamiento, justo cuando el buen tiempo campa a sus anchas y los ciudadanos han comenzado ya a acercarse a las playas.
Por eso a muchos les ha pillado por sorpresa esta nueva embestida desde las instituciones contra la hostelería, que no termina de salir de una y se mete en otra. Únicamente el territorio de Madeira ha mejorado lo suficiente como para que Reino Unido haya tomado la decisión de restituirlo a su ‘lista verde’, la que marca a qué destinos pueden desplazarse los viajeros de ese país.
La polémica en el Portugal del continente no se ha hecho esperar, con frases como «volvemos a tener secuestradas las libertades constitucionales» , en vista de que el contexto en el que llega este paquete de imposiciones a la población solo puede calificarse de hartazgo generalizado.
Fue el 1 de marzo de 2020 cuando se registró, de manera oficial, el primer caso de coronavirus en territorio lusitano, de modo que son ya dos años y medio de sacrificios para los portugueses. Y ahora, cuando el desconfinamiento parecía un hecho contante y sonante, de repente el golpe psicológico de la marcha atrás.
La indignación popular se manifiesta igualmente por la eventualidad de que un turista extranjero puede acceder a cualquier aeropuerto con un certificado de vacunación , pero ese mismo documento no le permitirá desplazarse al municipio de al lado.
Los hospitales, que estuvieron colapsados en marzo, se habían sentido más aliviados, pero ahora la amenaza se cierne de nuevo sobre ellos porque los servicios no relacionados con el coronavirus se van a ver relegados, cuando no cerrados para desviar recursos a la nueva infección.
Son cada vez franjas de población más jóvenes las que, de manera inquietante, llegan a las consultas, cuando no a las unidades de cuidados intensivos. ¿Por qué? Pues porque, a medida que las capas sociales de edad avanzada se van vacunando, son los siguientes colectivos los que pasan a constituir el mayor riesgo.
Portugal representa una clara muestra de ello, tal cual reconoció la ministra de Presidencia, Mariana Vieira da Silva, quienen admitió que estas circunstancias suponen un evidente “retroceso” en el desconfinamiento. Supuestamente, se iba a continuar con los planes de ‘normalización’ a partir del próximo 28 de junio, pero ahora se subraya que en absoluto será posible.
Las mesas de los locales de hostelería tienen una limitación numérica que se reduce a cuatro personas en el interior y a seis en el exterior. Falta por comprobar si estas reglas se retratan como pragmáticas.
La actividad ciudadana se iba aproximando a los niveles anteriores y la exigencia de mascarilla en la calle ya desapareció. Hoy, en cambio, crecen las posibilidades de exigirla nuevamente en los espacios públicos, pues por algo el primer ministro, Antonio Costa, alega: «La situación se está convirtiendo en muy preocupante». Unas palabras que contrastan con las de su homólogo socialista Pedro Sánchez.