Santiago Martín
Levadura en la masa
O se guarda silencio y nos dedicamos a hablar del sexo de los ángeles o, con la debida prudencia, defendemos a los débiles, desde el no nacido hasta el que llega en una patera a nuestras costas
Hay dos frases de Jesús que pueden interpretarse mal, precisamente porque se interpretan en un sentido contrapuesto. Una es «dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios» y la otra: «Sed como levadura en la masa». Algunos consideran que cuando la Iglesia se pronuncia sobre asuntos éticos que tienen una dimensión política estaría yendo contra las enseñanzas de Cristo. Otros, en cambio, ven esa intervención como algo ligado de manera imprescindible a la vocación cristiana de ayudar al hombre en su paso por la tierra.
Para los primeros, la Iglesia -empezando por la jerarquía y siguiendo por los laicos-, sólo debe pronunciarse sobre cuestiones internas , lo cual la reduciría a tener que hablar casi exclusivamente de liturgia, pues cualquier pronunciamiento de tipo moral la haría chocar contra alguno de los actores políticos. Para los segundos, la omisión en ese pronunciamiento sería una traición al mandato de Dios de construir su Reino . Entre esos dos polos se ha movido la Iglesia católica, situándose más en el segundo que en el primero, aunque no siempre con acierto pues en no pocas ocasiones cruzó la barrera para inmiscuirse en el ámbito del César.
Sin embargo, lo que resulta intelectualmente insostenible es la postura de algunos que están a favor de la intromisión en la vida pública, mediante los pronunciamientos más contundentes y la participación en los más influyentes grupos de poder, pero sólo en algunos temas, considerando escandaloso que la Iglesia se pronuncie sobre otros.
Para estos, si la Iglesia -jerarquía o laicos- defiende la familia y la vida, está entrando en el ámbito de competencias del César, pero en cambio reclaman que intervenga lo más activamente posible en la cuestión de los inmigrantes, de lo que se debe pagar a los obreros o de la defensa de la naturaleza. Es criticable e incluso condenable hoy que se intenten evitar leyes que deterioran la familia, pero no que se presione para que los inmigrantes sean acogidos sin discriminación. O todo, o nada. O se guarda silencio y nos dedicamos a hablar del sexo de los ángeles o, con la debida prudencia, defendemos a los débiles, desde el no nacido hasta el que llega en una patera a nuestras costas.