Juan José Omella: «He hecho un esfuerzo por integrarme y entender bien a los catalanes»

Afirma que en este primer año al frente de la diócesis ha intentado mantener «una actitud de escucha y diálogo» y que se ha sentido «bien acogido»

Monseñor Juan José Omella durante la entrevista con ABC Inés Baucells

L. Daniele y E. Armora

Juan José Omella (Cretas, Teruel, 1946) está a punto de cumplir su primer año como arzobispo de Barcelona. Una diócesis compleja a la que llegó el 26 de diciembre de 2015 en pleno desafío soberanista. Desde entonces, monseñor Omella ha concentrado todos sus esfuerzos en integrarse y entender bien a la sociedad catalana. Un trabajo que empieza a dar sus frutos y que ha compartido con ABC en una entrevista realizada estos días previos a la Navidad en el Palacio Arzobispal de Barcelona en pleno barrio gótico de la capital catalana.

—¿Cuál es su balance de este primer año al frente de la diócesis de Barcelona?

—Desde el principio me he sentido muy bien acogido, incluso voy a decir que me he sentido muy querido. Probablemente no a todos guste mi manera de ser, de actuar o de decir pero no he notado ni ningún rechazo, ni ninguna crítica abierta, aunque hay que estar bien preparado para las tormentas. Cataluña es acogedora. Los catalanes también están acostumbrados en una ciudad tan cosmopolita a acoger a todo el mundo y a relacionarse con otras cultura, otras lenguas, y también con otros sacerdotes, obispos que son cada uno de una manera distinta. Eso lo he notado y es muy propio de esta tierra.

««La sensibilidad que pueden tener los obispos en Cataluña, como los del País Vasco o Andalucía son distintas pero en lo esencial estamos en profunda comunión con la Iglesia»

—Cataluña esperaba un obispo catalán pero, según apuntan algunos sectores de la iglesia catalana, «ha venido una persona que entiende a Cataluña». Imagino que esto es un motivo de satisfacción...

—He hecho un esfuerzo para integrarme, entender bien a los catalanes, que, por otra parte, tampoco son tan complicados. Somos todos humanos y tenemos un corazón. Como decía San Juan de la Cruz: «Pon amor y hallarás amor». Si uno va en actitud defensiva o impositiva, la gente se defiende pero la cosa es distinta si vas con el corazón abierto. Intento entender su historia, su manera de ser pero al final lo que digo es que hay un corazón y cuando tocas el corazón al final siempre se agradece cualquier muestra de respeto y de cariño. Es bueno no tener recelos, ni actitudes prepotentes hacia los demás. Si vas con actitud de escucha y de diálogo, el otro también se va abriendo. Son actitudes que deberíamos recuperar y potenciar en nuestra sociedad.

—¿Le ha costado encajar su Iglesia en una Iglesia que en algunas ocasiones se ha desmarcado de la de España?

—La relación con la Iglesia institucional, que son los obispos de Cataluña, no me ha costado.Al estar en la misma Conferencia Episcopal en España tenemos mucho trato unos con otros, nos conocemos mucho, tenemos amistad. Cierto es, no obstante, que la sensibilidad que pueden tener los obispos en Cataluña, como los obispos en el País Vasco o los obispos en Andalucía son distintas, pero en lo esencial estamos en profunda comunión con la Iglesia. Luego, los matices sociopolíticos, culturales son distintos pero eso no causa división ni hace que cueste entenderse. Se trata de adaptarse y ya está.

«Con el Gobierno que haya hay que colaborar, trabajar y tender puentes para entendernos y servir a la gente»

—España ha conseguido, por fin, tener un Gobierno, ¿Ve motivos para la esperanza?

—No hay que perder la esperanza y más en estos tiempos en los que vivimos, cercanos a la Navidad, que es siempre tiempo de esperanza. Para un cristiano no cabe el desánimo. Hay que tener esa esperanza de que todo es susceptible de empeorar y todo es susceptible de mejorar. Yo siempre miro lo susceptible de mejorar. Todavía nos queda esa esperanza que no se pierde porque nace del Evangelio. Y sobre todo, de la confianza en las personas porque el ser humano tiene más de bueno que de malo.

—Este año se prevén cambios en el escenario político catalán, ¿puede provocar eso algún ajuste en su manera de enfocar el trabajo en la diócesis?

—La política y el trabajo pastoral de la Iglesia son dos instituciones distintas. Nosotros tenemos nuestra manera de trabajar desde el Evangelio y la Doctrina Social de la Iglesia, y ellos tienen su concepto de sociedad. Son dos instituciones que en esa sana laicidad y en el marco de un Estado aconfesional deben tener un respeto mutuo y mantener unas relaciones de colaboración. Cuanto más colaboremos las instituciones con todas las asociaciones que trabajan por el bienestar de la gente, mejor saldrán las cosas. Cuando queremos imponer nuestro único modelo es lo peor. Con el Gobierno que haya hay que colaborar, trabajar y tender puentes con el objetivo de entendernos para servir mejor a la gente y no de reclamar privilegios.

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