Sencillamente, el aborto no es un derecho
Algunos, de modo ridículo e impostado, han llegado al paroxismo de afirmar algo tan sin sentido como que «sin aborto no hay democracia» a raíz de la sentencia del Supremo de Estados Unidos
Resulta ridícula e impostada la indignación de algunos ante la reciente sentencia del Tribunal Supremo de los EE.UU., llegando al paroxismo de afirmar algo tan sin sentido como que «sin aborto no hay democracia». Esta sentencia no prohíbe el aborto, sino que aclara que la Constitución americana no ampara semejante derecho y devuelve la responsabilidad de decidir a los representantes elegidos por el pueblo en los diversos estados. Algunos aprobarán duras restricciones al aborto, otros mantendrán sus legislaciones permisivas, y otros buscarán alcanzar compromisos entre las distintas opiniones de sus ciudadanos.
Los argumentos del tribunal han sido jurídicos, no morales. Es cierto que la sentencia mejora la calidad de la democracia, porque elimina la aberración de consagrar el aborto como derecho humano y evita que los jueces se conviertan en legisladores. Pero la sentencia no pretende resolver el dilema moral que plantea el aborto en nuestras sociedades, algo que debe ser objeto de un debate público mucho más sereno y profundo, que tenga en cuenta los nuevos datos que aporta la ciencia, por ejemplo, la evidencia de que el embrión es ya un cuerpo distinto al de la madre. Reabrir este necesario debate es un mérito de la sentencia.
Mientras, en España seguimos pendientes, tras doce años de espera, de una resolución del Tribunal Constitucional sobre la llamada 'ley Aído', que pretendió establecer el derecho al aborto. Algún día llegará, si tienen a bien sus señorías. Entretanto, la tarea de construir la cultura de la vida nos espera cada mañana a todos, sea cual sea nuestra condición y esfera de influencia.
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