Sin misas no hay cepillos
No hay sostenimiento de la Iglesia sin Ecuaristía
![Feligreses guardan distancia de seguridad durante la misa celebrada este domingo en la localidad vallisoletana de Viana de Cega](https://s2.abcstatics.com/media/sociedad/2020/05/03/misa-valladolid-kuHB--1248x698@abc.jpg)
Quizá los números nos ayuden a entender lo ocurrido. En España hay 23.021 parroquias, de la cuales 11. 396 están en zonas rurales. El número de sacerdotes diocesanos es de 17. 754 sacerdotes, a los que hay que sumar los religiosos ordenados. Se celebran 9,5 millones de eucaristías al año y son algo más de 7 millones los católicos que van a misa los domingos. La edad media de los sacerdotes es de 65,5 años. Todo esta fuerza social, desde el punto de vista litúrgico, se paró de repente. Los templos, en su gran mayoría, se cerraron. No se podía ir a misa, de hecho, no hubo prácticamente bautismos, bodas, confirmaciones... La Iglesia seguía abierta para la caridad.
¿Tan importante es la misa? Pero si la Iglesia se acredita socialmente con lo que hace con los pobres, se escucha. No hay caridad que se pueda definir como cristiana sin eucaristía, no hay comunión en la Iglesia sin eucaristía. Y añadimos, no hay sostenimiento de la Iglesia sin eucaristía, no hay financiación para las parroquias sin eucaristía, y, al final, no hay sostenimiento del clero, ni recursos en las diócesis, sin eucaristía.
La Iglesia vive de la eucaristía, es el centro sobre el que gravita la vida cristiana. Es el núcleo del misterio de la Iglesia. Produce en la vida espiritual los efectos que el alimento y la bebida al cuerpo, el sustento, el crecimiento, la salud, el gusto. La persona que va a misa no renuncia a una comprensión racional del mundo, sino que reconoce que el mundo se presenta, en última instancia, como un misterio al que la eucaristía da la posibilidad de una respuesta encarnada. Y no olvidemos lo que ocurrió en el año 304, durante la persecución de Diocleciano, allá en el norte de África. El Procónsul preguntó a Emérito, el dueño de la casa en la que los funcionarios había encontrado a los cristianos durante la eucaristía, por qué no les había impedido la entrada. Y el buen hombre respondió: “No podía hacerlo. Sin el día del Señor no podemos existir” (Quoniam sine dominico non possumus).