A quién le molesta la cruz
Es un símbolo universal que trasciende con mucho un época y, que, entre otros significados, representa a todas las víctimas
En su libro «La Esfera y la cruz», Chesterton escribió que quienes empiezan rompiendo las cruces acaban destrozando el mundo habitable. Esta semana, la alcaldesa de Aguilar de la Frontera (Córdoba), Carmen Flores , de Izquierda Unida, ordenó retirar, y posteriormente demoler, la Cruz de Llanito de las Descalzas, perteneciente al Conjunto Histórico Artístico del Monasterio de San José y San Roque. Lo hizo porque era un símbolo franquista. Qué le pasa a la señora alcaldesa para que no entienda que la cruz es un símbolo universal que trasciende con mucho un época y, que, entre otros significados, representa a todas las víctimas.
Pero la pregunta es: ¿a quién le molesta la cruz ahora en España? ¿Y por qué? Molesta la cruz a quienes saben que ésta se encuentra en la entraña del cristianismo. Molesta la cruz a quienes se niegan a aceptar que es el testimonio, en la historia, de la fuerza trasformadora del Evangelio. Molesta la cruz a quienes rinden culto a las ideologías que crearon símbolos que solo han traído desesperación y muerte. Molesta la cruz a los adoradores del Estado totalitario que no aceptan la libertad que nace de su capacidad para romper las cadenas que nos atenazan. Molesta la cruz a quienes se niegan a salir de la ignorancia y nunca se han colocado bajo su sombra, han alzado su cabeza y se han preguntado qué significa ese abrazo liberador de humanidad. La cruz solo excluye a quien le da la espalda.
La cruz es más que un mero adorno de una moda pasajera, incuso más que un símbolo de un significado en manos de quienes pretenden instrumentalizarla.
Hay muchas cruces porque hubo una cruz. La cruz es también el Crucificado. Decía el Papa Juan Pablo II que «la sabiduría de la cruz supera todo límite cultural que se le quiera imponer y obliga a abrirse a la universalidad de la verdad, de la que es portadora». Y no olvidemos que Pablo de Tarso le dice a la Iglesia que ha de velar «para no desvirtuar la cruz de Cristo» (1 Co 1, 17).