José Francisco Serrano Oceja
El Papa es el Papa
Aunque algo grave debe estar ocurriendo para que el cardenal Ángelo Scola, supuesto contrincante del Papa Francisco en el último cónclave, haya salido esta semana a recordarlo
Hace pocos días celebramos el 150 aniversario de la proclamación del dogma de la Infalibilidad Pontificia. Aniversario que ha pasado inadvertido, aunque fue un acontecimiento clave para la Iglesia. Autores como el jesuita John W. O'Malley sostienen la tesis de que el Vaticano I supone la consolidación del catolicismo ultramontano. Hay quienes dicen que ahí nació en la Iglesia la insoportable «papolatría» y el autoritarismo. No olvidemos que la «Civiltà Cattolica», de los jesuitas, escribió entonces que «cuando meditaba el papa, era Dios quien pensaba en él». Durante los pontificados de Juan Pablo II y Benedicto XVI se hablaba mucho de papolatría, se comentaba que proliferaban los que eran «más papistas que el Papa». Parece que ahora no es posible ese fenómeno, quizá porque los que decían eso son ahora los supuestos intérpretes autorizados.
Aunque algo grave debe estar ocurriendo para que el cardenal Ángelo Scola, supuesto contrincante del Papa Francisco en el último cónclave, haya salido esta semana a recordar que «el Papa es el Papa». No es por afinidad de temperamento, de cultura y de sensibilidad, por amistad o porque se compartan o no se compartan ciertas de sus afirmaciones por lo que se reconoce el significado del Papa en la Iglesia. El Papa «es la garantía última, radical y formal -ciertamente a través de un ejercicio sinodal del ministerio Petrino-, de la unidad de la Iglesia», ha sentenciado.
Sorprende que haya quien pase de practicar la supuesta papolatría a criticar desaforadamente al Papa, o quien de reivindicar la barra libre para criticar todo lo de pontificados inmediatamente anteriores al actual, se conviertan ahora en adalides del pontificado. O que proliferen los expedidores de salvoconductos de amor al Papa.
No imagino por qué es tan fácil ahondar en las diferencias entre los magníficos papas del siglo XX y del XXI y no insistir, y profundizar, en la continuidad y complementariedad de sus propuestas y estilos. A no ser que estemos hablando de falta de criterio o de ideologías, que suelen ser, por su naturaleza, dialécticas. En lo que a mí respecta, siempre « Cum Petro y sub Petro».