Los obispos españoles y Azaña

Es uno de los mejores escritos de los obispos en los últimos tiempos

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El 13 de octubre de 1931, Manuel Azaña pronunció aquella mítica frase que sentenciaba la fractura con el modo de ser histórico de los españoles: «España ha dejado de ser católica». Frase que, según la moderna historiografía, no significaba el burdo ataque de un anti-clericalismo rancio sino la constatación de una ruptura laicista con el pasado.

Se podría decir que esta semana los obispos españoles le han dado, en cierto sentido, la razón a Azaña. Tiempo ha pasado. En el documento «Fieles al envío misionero. Aproximación al contexto actual y marco eclesial; orientaciones pastorales y líneas acción para la Conferencia Episcopal Española (2021-2025)», un texto que se ha hecho público de una forma un poco extraña y que es uno de los mejores escritos de los obispos en los últimos tiempos, dicen: «La misión evangelizadora de la Iglesia en España se encuentra con dos tipos de dificultades: unas vienen de fuera de la cultura ambiental; otras vienen de dentro (…) . La primera tiene que ver con la cultura ambiental que los españoles vivimos, pues ya no es una cultura inspirada en la fe cristiana. Para muchas personas las verdades cristianas son ahora incomprensibles y las normas morales que brotan del Evangelio se han vuelto inaceptables».

¿Es la primera vez que los obispos hacen, de esta forma categórica, la afirmación de que la cultura ambiental en España no es una cultura inspirada en la fe? Si no es una cultura inspirada en la fe cristiana, ¿cuáles son las fuentes de inspiración de nuestra cultura? Atentos a este párrafo cuado habla del «intento deliberado de deconstrucción o desmontaje, en concreto, de la cosmovisión cristiana»: «Pareciera que hay un guión bien trazado con calendario y finalidades tremendas. Emerge, teledirigida, una propuesta neopagana que pretende construir una sociedad nueva, para lo cual es preciso 'deconstruir'. Así asistimos a un constructivismo antropológico en las muy extendidas corrientes ideológicas de género y en la aceptación social del aborto y la eutanasia; un constructivismo histórico y también pedagógico, reforzado con el dominio de la escuela». En lo cultural, Azaña parece que tiene ahora razón.

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