Las nuevas llagas de la Iglesia
El beato Antonio Rosmini se refirió a las cinco plagas que afligen al cuerpo de Cristo que es la Iglesia. Las denominó «los dolores del Papa»
El beato Antonio Rosmini (1797-1855) publicó en 1846 un libro que, en su momento, conmocionó a la Iglesia, que lo incluyó en el Index: «Las cinco llagas de la Santa madre Iglesia». Su inspiración fue el discurso inaugural del Papa Inocencio IV en el I Concilio de Lyon (1245). Allí se refirió a las cinco plagas que afligen al cuerpo de Cristo que es la Iglesia. Las denominó «los dolores del Papa».
Rosmini, al inicio de su libro, escribió que «el hecho de meditar sobre los males de la Iglesia no podía serle reprochado ni a un laico, mientras fuera movido por el celo vivo del bien de la misma y la gloria de Dios». Aquellas llagas de entonces, y quizá de ahora, eran: la separación entre el pueblo cristiano y el clero, el clericalismo, que diríamos; la insuficiente preparación intelectual y espiritual de los sacerdotes; la desunión de los obispos entre sí y con el papa; la injerencia política en el nombramiento de obispos; y la riqueza de la Iglesia, es decir, los bienes eclesiásticos que limitan la libertad.
Cada época de la historia tiene su llagas. Las de la nuestra podrían ser las siguientes: 1) La dialéctica, la desunión, también entre los obispos, los conservadores y los progresistas, los del papa Benedicto y los de Francisco. 2) La ideologización de la fe , la pérdida del sentido de lo sobrenatural, que lleva a convertir, en la práctica, la creencia en una filosofía humanitaria. El olvido de la dimensión espiritual por la urgencia de gestionar y superar la decadencia. 3) La mediocridad que acelera el carrerismo y las luchas de poder . No vales por lo que sirves sino por haber conseguido llegar más arriba. Los mediocres no suelen asumir su responsabilidad, la derivan hacia otros. 4) La falta de formación doctrinal causada por una Iglesia volcada en la praxis y empeñada en hacer más que en ser. Y 5) Esa nueva forma de someterse al poder civil que es limitar el discurso y la acción de la Iglesia a lo que no crea problemas y es aceptado social y políticamente.