No nos robarán la Navidad
Percibo en determinados ambientes culturales y sociales el incremento de una especie de aversión
Leí esta semana, con más sorpresa que dicha, a una reputada catedrática de Sociología afirmar que «en una sociedad secularizada poco queda de la festividad religiosa», que «las encuestas dicen que la población detesta la Navidad» –sin más datos- y que «es una religión civil decadente con un relato casi muerto del niño Dios», más alguna que otra lindeza.
Percibo en determinados ambientes culturales y sociales el incremento de una especie de aversión a la Navidad. El relato de Belén parece poner nerviosos a no pocos de los que se consideran liberados del yugo del sentido, esperemos que no del de la estética. La Navidad no son sus sucedáneos, ni las deformaciones en las que podamos haberla convertido, la alegría forzada, el espejismo de las buenas intenciones o la orgía consumista. Otro peligro es politizar la Navidad, pero ya sabemos lo que significó el intento de trasformar la Navidad cristiana en una «Navidad alemana», «Fiesta de Yule» o «Fiesta del solsticio de invierno».
El mundo está lleno de significado porque la realidad no se ha vuelto muda. Los símbolos, las metáforas, se suman a la riqueza de la fe. Como afirma el filósofo Higinio Marín, en contra de lo que decía Freud, la precaria dependencia del niño no es la causa de la proyección de la idea de Dios. Al contrario, un Dios recién nacido es el amparo de todas las formas de misericordia que están presentes en el mundo.
Dios ha hecho del desamparo infantil su imagen. Y la solicitud de su madre y de su padre la primera forma de reconocerle en el mundo.
Umberto Eco escribió en «The Daily Telegraph», el 27 de noviembre de 2005: «Fui educado en el catolicismo, y aunque he abandonado la Iglesia, este diciembre, como de costumbre, pondré el Belén para mi nieto. Lo haremos juntos, como mi padre hacía conmigo cuando yo era niño. Tengo profundo respeto por las tradiciones cristianas, que -en cuanto ritos para hacer frente a la muerte- tienen más sentido que las alternativas puramente comerciales».
No nos robarán la Navidad, será nuestro último acto de inteligencia. Feliz Navidad.