El «no» a las bodas gay
Hay quienes habían puesto sus expectativas en una apertura durante este pontificado
Una noticia ha vuelto a colocar a la Iglesia en el centro del huracán. Esta semana la Congregación para la Doctrina de la fe, que preside el jesuita español Luis Ladaria, después de informar y recibir el placet del Papa Francisco, ha aclarado que la Iglesia no tiene potestad para impartir bendiciones a las uniones de personas del mismo sexo. No pueden «considerarse lícitas» las bodas en la Iglesia a parejas homosexuales -denominadas bodas gays-. Tampoco es lícito que los sacerdotes bendigan a las parejas del mismo sexo que pidan algún tipo de reconocimiento religioso de su unión.
Una parte de la Iglesia en Alemania, inmersa en un cisma latente, ha reaccionado en contra de la norma vaticana. Su presidente monseñor Georg Bätzing dejó claro que lo que ha dicho el Vaticano es una opinión más. Una asociación austriaca de sacerdotes ha escrito un manifiesto, «Llamada a la desobediencia 2.0», en el que anuncian que desafiarán la prohibición romana. El obispo de Amberes, Johan Bonny, ha escrito que «siento vergüenza indirectamente por mi Iglesia. Me gustaría pedir disculpas a todos aquellos para quienes esta respuesta es dolorosa e incomprensible».
Hay quienes habían puesto sus expectativas en una apertura durante este pontificado. Algunos comentaristas se han lanzado a sostener tesis curiosas como, por ejemplo, que la decisión estaría motivada porque lo contrario crearía división y, además, aún la Iglesia no está preparada para estas bendiciones. Es lo contrario. La Iglesia dice que no puede y no emplea razones de carácter moral. La afirmación de la doctrina ayuda a clarificar posiciones en la división y no a agudizar lo que ya existe. Quien afirma que la Iglesia aún no está madura subordina la propuesta cristiana a la evolución de su comprensión según el devenir de la historia. Ir contra corriente no es un plato de buen gusto. En la doctrina declarada, el no es no porque antes el sí es sí. No olvidemos lo que pide el Vaticano: «una sincera voluntad de acogida y de acompañamiento de las personas homosexuales, a las cuales se proponen caminos de crecimiento en la fe».