Más Dios y mejor ciencia

Creíamos que los avances científicos y técnicos resolverían todos los problemas de nuestra existencia

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Creíamos que los avances científicos y técnicos resolverían todos los problemas de nuestra existencia. Lo que implica inseguridad nos produce pánico.

Desde hacía tiempo se proclamaba a bombo y platillo la muerte de la muerte. El hombre había dejado de ser inquilino del cosmos para convertirse en su transformador. Se hablaba con insistencia del cambio antropológico, la modernidad se convertía en una segunda semana de la creación en la que el hombre asumía la función omnipotente de Dios, en palabras de Peter Sloterdijk . En estos tiempos de Coronavirus, dos de los grandes temas en el imaginario público, y en la conversación diaria, son Dios y la ciencia. Ni la pandemia es un castigo de Dios, ni la ciencia había preparado la adecuada respuesta.

Hace unos días me escribía un sacerdote joven de Burgos, dedicado a la investigación paleontológica, sobre su experiencia en relación con sus colegas, y sobre el predominio de la mentalidad científica: « Dios no tiene espacio . Una Iglesia reducida a la caridad, a conservar el patrimonio… la entienden y no molesta. Pero la experiencia trascendente de donación y entrega de Dios al hombre y de respuesta del hombre a Dios tiene muy poco espacio. No se necesita a Dios para explicar la realidad. Conclusión: reducido a la intimidad y para quien lo necesite, el dios de cada uno».

Es hora de preguntarnos, como acaba de hacer el matemático de Oxford John C. Lennox , ¿ha enterrado la ciencia a Dios? (Ediciones Rialp) ¿Son los avances en la ciencia clavos en el ataúd de Dios? Que haya científicos que parezcan estar en guerra contra Dios no quiere decir que la ciencia esté en esa batalla. El prejuicio está hoy más del lado de quienes no contemplan la compatibilidad de la afirmación de la existencia de Dios con el desarrollo científico que al revés. Son muchas las lecciones que habrá que sacar de este tiempo mundial de prueba. Una de ellas es la de que la Iglesia debiera volcarse en lo sustancial, las razones de la esperanza, de la resurrección, y la ciencia debiera ahondar en el cuidado de lo humano.

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