La Iglesia no es rica
La Iglesia lo que tiene lo pone a disposición de todos. Lo demás es demagogia.
El Gobierno ha enviado ya al Congreso la lista de los bienes inmatriculados por la Iglesia. No tardaremos mucho tiempo, por tanto, en asistir a una campaña pública contra la Iglesia y los obispos del siguiente tenor: «Inmobiliaria Iglesia Católica, S.A.», «La Iglesia, la mayor propietaria de España», «Las riquezas de la Iglesia», «Los bienes del clero». Por cierto que la institución con mayor número de bienes inmuebles son las diputaciones provinciales. Convendría a este respecto tener las ideas claras.
Como muy bien ha estudiado una de las mentes jurídicas más relevantes de la actual Conferencia Episcopal Española, el sacerdote Carlos López Segovia en su trabajo «Las inmatriculaciones de los bienes de la Iglesia Católica por certificado: ¿privilegio o solución al problema?», este sistema no es un privilegio franquista , dado que estaba, en origen, en la ley hipotecaria de 1909 y en el Reglamento de 1915. La inmatriculación de los bienes no afecta a la propiedad, que se adquiere conforme al derecho civil. El registro tiene una función probativa o certificativa, otorga seguridad jurídica, pero no tiene función constitutiva de la propiedad. Lo que no tienen en cuenta quienes denuncian una supuesta apropiación indebida de bienes por parte de la Iglesia, -un robo al pueblo-, es que con esta campaña ponen en entredicho el trabajo de los registradores de la propiedad. Y esto es grave en un Estado de Derecho.
En España, hay cerca de cuarenta mil instituciones de la Iglesia que tienen reconocimiento civil. No pocas con más de 1.000 años. Existen más de 23.000 parroquias canónicamente erigidas, miles de ermitas y santuarios, miles de cofradías y hermandades, centenares de monasterios… Un patrimonio al servicio del Pueblo de Dios, que es parte del pueblo a secas. La Iglesia tiene la obligación de custodiar y mantener esos bienes según sus fines propios. No se administran, incluso con las cargas, de forma arbitraria. Están sometidos al derecho civil y canónico, que también es derecho. La Iglesia no es rica, pero tampoco es pobre, porque lo que tiene lo pone a disposición de todos. Las cuentas del servicio. Lo demás es demagogia.