Dios no es un bulo

El testimonio cristiano siempre ha provocado la pregunta por el rumor inmortal

ABC

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El metro de Madrid apareció estos días pasados invadido de una campaña publicitaria, diseñada y patrocinada por la Asociación Católica de Propagandistas (ACdP), con un lema ciertamente provocador: «¿Sabes cuál es el bulo más repetido en los últimos 2000 años? Dios no existe . Tu vida vale la encarnación de Dios. Feliz Navidad».

Esta certera apuesta de la ACdP nos habla de lo esencial en un tiempo en el que pesa un silencio sospechoso sobre la pregunta por el sentido de la vida. No podemos negar que la Iglesia cuando habla de lo humano está refiriéndose también a Dios. Pero cada vez es más difícil percibir esta relación, quizá porque el discurso público humanitario suena mejor y es invasivo. El problema del hablar sobre Dios no es solo que se niegue su existencia, sino que se afirma con la vida su irrelevancia. ¿Qué papel juega Dios en este tiempo de pandemia? ¿Espectador, culpable, responsable, castigador, ausente, emergente, consolador? Si antes pensábamos que el hombre era débil y la humanidad fuerte, ahora experimentamos que tanto el hombre como la humanidad son frágiles.

En un mundo «sin contacto», en el que el lugar de Dios es la conciencia individual, reconocer que Dios habita en las relaciones, en los vínculos, en la sociedad, se vuelve cada vez más complicado. Hemos palpado la necesidad de los otros ante la emergencia sanitaria, pero no sé si de igual forma ha resurgido la lógica pregunta por Dios. Un Dios ahora sustituido por la ciencia y la técnica, formas de esperanza secularizada. En este sentido, el testimonio cristiano siempre ha provocado la pregunta por el rumor inmortal.

Parece que a lo más que llegamos es a valorar a Dios como consuelo en nuestra experiencia privada e íntima. La opción de Dios se ha convertido en una de entre muchas. Y como hay que dar razones de ella, se nos vuelve cuesta arriba. Tampoco olvidemos que es muy difícil argumentar con quien carece de inquietud y experiencia. Por lo tanto, ojalá la próxima campaña provocadora sobre Dios nos hable de la naturaleza de Dios, que no es una noticia falsa propalada.

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